Primer acto:
Son las diez de la noche. Raquel termina de resolver unas ecuaciones de tercer grado («sólo para ejercitarse un poco») y se va a la cama, donde relee un rato «En busca del tiempo perdido», en ruso antiguo («sólo para practicar su ruso antiguo»).
Resuelve un par de sudokus de complejidad grado 7 y se acuesta. Pronto se queda dormida. Suena con fórmulas que solucionan el hambre del planeta y que permiten, al mismo tiempo, viajar por los agujeros de gusano.
Segundo acto:
Son las ocho de la mañana. Raquel despierta, babeando. Acaba de soñar una mosca que se estrella contra un vidrio una y otra vez. Toma su libro de «sudokus para genios» y no logra abrirlo, porque se empeña en despegar las hojas por el lado del canto del libro, en vez de por la parte suelta. Cae al piso al tratar de levantarse (intenta apoyar en el suelo ambos pies a la vez, en lugar de uno primero y luego el otro) y se queda ahí, mirando a una hormiguita que da vueltas en círculos. Raquel ríe un poco, pero calla, porque se da cuenta (vagamente) de que no entendió el chiste.
Entra la doncella y encuentra a Raquel en el piso, mirando la hormiguita. La ayuda a levantarse (a Raquel, no a la hormiguita) y descubre, con horror, que el cráneo de ésta (de Raquel, claro, no de la hormiguita) tiene un boquete de ocho metros de diámetro. Se asoma y, en vez del cerebreo que tendría que estar ahí, se topa con una mota de algodón empapada en agua con azúcar.
Tercer acto:
Llega el detective D. Tective, de Scotland Yard. Decide que el cerebro de Raquel fue robado durante la noche. Dice que no es grave, que será sencillo encontrar al ratero: será aquel que traiga dos cerebros. Mientras, Raquel se mete el dedo en la nariz.
Pasan los meses. Se han hecho cerca de dos millones de trepanaciones y no se ha encontrado a nadie con dos cerebros. El ejército de personas que miran hormiguitas o meten el dedo en la nariz (propia o ajena) es enorme. El Secretario de Salud asegura que se trata de «efectos secundarios causados por la trepanación», pero que «desaparecerán en poco tiempo». Un grupo de cerebrados organiza una especie de Resistencia, en contra de la trepanación obligatoria, pero son vencidos y sometidos.
La doncella se acuerda de que ella misma le sacó el cerebro a Raquel, aquella fatídica noche, para enviarlo a la tintorería. Lo recoge pero, cuando quiere volver a ponerlo en su lugar, descubre que encogió.
(Esta historia bien podría continuar. O no).
Deja un comentario