1. El tesoro de Lupe la loca
Le decían Lupe la güera cuando era joven, pero cuando yo era niña ya le decían Lupe la loca. Se había comido a varias de mis gallinas y a mi gallo. Tenía un gato que se llamaba Chicho, que al final resultó ser Chicha y tuvo varios gatitos muy monos.
Vivía sola, con la Chicha, en un cuartito de azotea. A mí entonces me daba miedo, pero también me daba tristeza. Había sido guapa y ahora estaba, realmente, medio loca. Hablaba sola, decía groserías, ¡se comía a mis mascotas!
Mi abuelita la quería mucho y no la soportaba, según su estado de ánimo y según la virulencia de Lupe en el momento. A veces le daba comida, ropa, hasta muebles. A veces platicaban. A mí me parecía que eran parientes o algo, porque era mucha coincidencia que las dos tuvieran los ojos verdes y que tuvieran como la misma edad y se llamaran del mismo modo. Pero nunca se lo dije a mi Mamá Lupita, porque seguro le hubiera molestado. Como cuando le dije a mi tío que ya sabía que se llamaba Chiflis. ¡Ella me lo había dicho! «Tu tío Chiflis». Sonaba tan bonito que yo cómo iba a saber que estar chiflado no era algo bonito para mi tío. Chiflis suena, en todo caso, mejor que Virgilio, que es el nombre de mi tío…
Cuando Lupe se enfermó muy grave mis papás la llevaron al hospital. Cuando se murió, mi mamá subió a limpiar su cuarto. Yo subí con ella, me atraía la arqueología y me pareció que era lo más cercano que me podía encontrar.
Había muchísima basura y cosas viejas y polvo. Me dio lástima Lupe, que vivía en un lugar tan triste. Tan solita. Hasta la perdoné por comerse mis gallinas y mi gallo.
Entonces junto a la cama, en una caja, vi un libro que se veía antiguo, que se llamaba Cuchifritín, el hermanito de Celia. Y lo deseé como pocas veces había deseado un libro. ¡Era un tesoro arqueológico!
Bueno, pues me lo robé. Y lo gocé muchísimo: fue una gran gran cosa, era divertidísimo, creativo, bonito, las ilustraciones me encantaban… Durante años fue uno de mis favoritos. Porque además de lo lindo que era, me recordaba mi temporada de arqueóloga.
Luego se perdió. Me lo robaron, o me lo tiraron a la basura, o yo qué sé. Pero se quedó en mi memoria como un cálido y maravilloso recuerdo.
Pasan los años, inventan Internet, se me ocurre averiguar sobre Cuchifritín…
2. Cuchifritín, Elena Fortún y Celia
Descubrí que Cuchifritín no había sido un alucine mío, y que tampoco había sido yo tonta al disfrutarlo tanto: que sau autora, Elena Fortún, se hizo famosa en la España pre-Franco justo por su escritura imaginativa, divertida, bonita. Y que no era sólo un libro (yo lo intuía, al leerlo notaba que había referencias a textos previos). Y que los de Cuchifritín no eran los más importantes, además: él era hermanito de una tal Celia, más divertida y genial, según Internet.
Tuve chance de ir a España. Conseguí en una librería, no el librito que tanto había querido, pero sí cuatro de los de Celia. Abrí el primero, no era lo mismo, lo guardé.
Hasta la semana pasada… ¿qué hace que un día sea el indicado para apreciar realmente cierta obra?
Empecé el viernes con Celia, lo que dice. Hoy ya voy a la tercera parte de Celia, novelista. Es simplemente excelente. Ahora quiero, de todos modos, recuperar a Cuchifritín, de quien recuerdo con especial cariño cuando planeaba su expedición al Polo Norte, je.
En fin… si se lo encuentran, recuerden que el 13 de agosto es mi cumple, jiji. Y si quieren saber más de la autora, visiten su página oficial.
Y bueno… así es como se veía aquel libro…
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