Hoy cumplo cuarenta y cuatro años. Como Sam Gamyi cuando llegó al borde de sus rumbos conocidos, me detengo un momento para mirar hacia lo que queda atrás y, luego, hacia lo que me espera adelante. Con Sam, puedo decir: esto es lo más lejos que había llegado hasta ahora. Y entiendo el vértigo y la expectación del hobbit, si bien me queda claro que la vida es siempre eso: dar un paso adelante de lo más lejos que habíamos llegado hasta el momento anterior.
Ha sido un año intenso y sorprendente. Si al cumplir los 14, los 24 o los 34 me hubieran dicho cómo iban a estar hoy las cosas, seguramente me habría costado creerlo. Es más: si me lo hubieran dicho al cumplir 43, igual me habría parecido increíble. Pero eso es lo que tiene la vida: una capacidad enorme para sorprendernos y demostrarnos que, por control freaks que seamos, al final ella hace lo que se le da la gana.
Lo curioso es que, control freak como soy, estoy conforme con eso. Últimamente he estado dándole muchas vueltas al tema (tema: «la vida». Ahí nomás) y me ha gustado la idea de que el chiste de vivirla es tratar de dejar el mundo un poquito mejor de como estaba. Quizá no en términos absolutos, pero sí en lo que queda a nuestro alcance. Me gusta por eso una frase famosona de John Wesley, fundador del metodismo:
“Do all the good you can,
By all the means you can,
In all the ways you can,
In all the places you can,
At all the times you can,
To all the people you can,
As long as ever you can.”
Es decir:
“Haz todo el bien que puedas,
por todos los medios que puedas,
de todas las formas que puedas,
en todos los sitios que puedas,
a toda hora que puedas,
Ta toda la gente que puedas,
tantas veces como puedas.”
En fin. Que hoy cumplo cuarenta y cuatro años. En los últimos 365 días he tenido material suficiente para enojarme, indignarme, entristecerme y desesperarme. Pero también para conmoverme, alegrarme y esperanzarme. He perdido a seres queridos, me he acercado más a otros e incluso he podido forjar nuevos afectos. Se detuvieron los viajes, pero descubrí aspectos de mi casa que ignoraba. Se alejaron algunas personas, pero otras se acercaron. Es como si la vida fuera un vals o como las olas del mar.
Y sí. Los cuarenta y cuatro me encontraron en modo cursi. Pero, ¿qué le hacemos a eso? Disfrutarlo, ¿no? Sobre todo porque me siento querida. Corrijo: Me sé querida. Y eso me impulsa a esforzarme más para dejar un mundo un poquito mejor del que recibí, aunque sea sólo a través de lo que mejor sé hacer, que es inventar historias :)
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