Autor: Raquel

  • Raptada por Mary O’Reilly

    1. Llegué a Los Angeles el viernes. Estaba nerviosa. Piense y piense qué hacer para que no me cacharan transportando pingüinos disfrazados via aérea.

    2. Se me ocurrió una gran idea: ya que Deíctico venía disfrazado de monja, yo me disfrazaría de ayuda de cámara de monja. Pero como eso ni existe, creo, tuve que inventar algo. Me puse una especie de uniforme que robé en la conserjería del hotel y le bordé las letras ‘HAS’. Y me hice una credencial cuquísima que decía que yo era parte del Holy Accompanion Service. Maids for Nuns and other religious freaks.

    3. Llegué al aeropuerto, mucho más tranquila, el sábado por la tarde. Me puse toda mona frente a la sala de llegadas con mi cartel de ‘Sor Mary O’Reilly’. Y en eso, justo en eso, llegó un contingente de monjos y monjas (o sea, padres y madres, curos y curas, etcéteros y etcéteras). Y que se me acerca un tal Padre O’Flaherty, muy emocionado de saber de la existencia del HAS, y de que estaba yo esperando a una madre irlandesa (ajá). Me dijo que ellos iban a Roma. A ver el nombramiento del nuevo Papa, claro. Y me preguntó si una vez terminada mi misión con la madre Mary podría contratarme él, que no disfruta mucho los viajes en solitario. Yo, tonta, le dije que sí.

    4. De pronto salió de la aduana una monja chaparrita y con rostro venerable. La reconocí de inmediato. Por la jaula que traía, con un pez revoloteante dentro, por el abrigo de piel de oso, que se movía solo, como si respirara, y por el pico, faltaba más. Fui a por él. O bueno, ella. El Padre se acercó también y le preguntó en algún dialecto extraño no sé qué. Deíctico O’Reilly me miró, esperando -como siempre- que yo lo sacara de apuros. Lo hice. Dije que tenía un voto de silencio.

    5. El Padre se entusiasmó aún más. Le dijo que, ya que era una monja tan devota, ¿por qué no se iba con él y su banda a Roma? Y la méndiga O’Reilly…. aceptó, moviendo la cabeza en señal de ‘claro, me encanta viajar’. Yo dije que la Madre tenía también voto de pobreza. El Padre dijo que su iglesia pagaría los gastos. Así que dije que yo tenía que cuidar de ella hasta dejarla en su nuevo convento en San Juan Capistrano. Y él dijo que no había problema: que fuera yo también.

    6. Me encantaría seguirles contando, pero aquí el café internet sale en euros. Y el Padre O’Flaherty me encargó que le consiga un Bailey’s para festejar a la rata que canta (Rat-singer no significa eso???). Yo sólo espero que luego de la fiesta de mañana nos regresemos a LA para poder seguir a México. Y que el Oso que tengo en la tina de mi cuarto de servicio no tenga otro ataque suicida, como el de hoy en la mañana. Y que el Pez de la jaula no insista en golpear los barrotes con su pocillo, exigiendo libertad. Y que Deíctico tenga algún plan para llegando a México… de preferencia NO en mi casa.
    Uff.

    7. Mientras tanto, habemus papa, o como se dice en inglés: We have potato.

  • ¡Peces mensajeros!

    Las mañanas suelen ser aburridas. Llego al trabajo, prendo la compu, y me quedo así, nada más, mirando la pantalla. Luego llega la hora de salir, apago la compu y me voy. En medio, trabajo, pero eso no es lo importante.

    En todo caso, eso no tiene nada que ver con lo que voy a contar. Resulta que ho en la mañana estaba pensando eso, que las mañanas son aburridas, cuando escuché golpeteos en mi ventana. Que me asomo. Y que me encontro no un pajarito sino… ¡un pez alado! Traía un tanque como de oxígeno amarradito al espinazo y un casco como de astronauta, nomás que lleno de agua.
    Nomás abrir, y el pez me aventó un papel. Lo leí. Estaba escrito con esa tan hermosa siempre ortografía de D., pero no lo voy a transcribir. Decía, más o menos, que le avisara de una vez si iba por él a Nueva York o al Polo. Así, como si fuera mi obligación.

    Que agarro un papel y que escribo: ¿Y si mejor nos vemos en Los Angeles? Se lo di al pez, que salió disparado: zzzzzum!

    No había pasado ni media hora cuando el pez estaba de regreso: «Horales. Ehl donimgoh» decía el nuevo papel. Así que iré a por Deíctico este finde.

    Mientras me pregunto qué clase de pez era ése, y si sería posible comercializarlo, no sólo como mensajero, sino como medio de transporte. ¿Y no que Deíctico comía pescados? ¿Ya muy cuate con el lunch?

  • Y cuando nadie se lo esperaba…. una carta

    Que a la sazón (pues tiene manchas de pimienta y cilantro) dice así:

    Kerridah habrelataz diatún:
    No abhia ezcrrritoh porrke estava contentoh. lla nostoy kontentoh porrke mi maridah me pongue a labarr traztes y no kiere mi mazcota ques un hoso bipolar vien vonitoh. Y nomigusta tenerr ijitoz. Zon mui latozoz. Me bienes por mih? Oh lla zeh: nos bemos enmedio. Tezperoh en Nueballor. Me dizfraso de monga henanita pa hentrar y a mi mazcota de hoso de peluhce. Lla teno el partapose. Dise ke zoi monga hirlandeza Mary O’Reilly. Berdat ke ci me haseptas de buelta? Nos bemos en el hagriopuerto hel zabado.

    No viene firmada, pero creo saber bien de quien es. Y no sé qué hacer. ¿Entendí bien? ¿Habla de mascotas? ¿Un pingüino divorciado -o al menos separado-? ¿Un pasaporte falsificado?
    uff… Bienvenida, Rax, al Eterno Retorno… (Y bienvenidos los lectores, también)

  • El regreso del Gato Mutante

    Gracias. Gracias. Gracias. De parte del Gatote Mutante y de la Raxxie Mudante (de opinión, ja).
    ¿Qué retorno seguirá…?

    PD. Gracias al responsable del retorno del Miaustro Miautante.
    Miau.

  • Otro reciclado: Y si Adelita se fuera con otro…

    ¿Quién se acuerda del Zapata de Arau? Por suerte (o por excelente labor de los psiquiatras del mundo) nadie, o casi nadie.
    Pero cuando apenas iba a salir dicha película, me pidieron un artículo sobre el asunto, y lo único que logré hacer fue esto:

    ¿Y si Adelita, por una vez y de veritas, se fuera con otro?
    por Raquel Castro

    Aparece Zapata, de Arau, y empiezan las quejas: que si la aproximación al caudillo es demasiado libre, que si de luchador social se convierte en instructor de yoga, que si el bigote es lo único en lo que se parece al personaje real… Yo, para variar, voy a quejarme de otras cosas. En particular, mi queja va, no en contra de lo que sale en Zapata, sino precisamente en lo que se queda fuera. Y ya encarrerados, extenderé mi descontento a lo que se ha quedado afuera, por años, del cine nacional: ¡La mujer revolucionaria, pues’n! (léase con acento ranchero, e imagíneme el lector atusando mi poblado bigotazo).
    Así es: cuando llega a aparecer en las películas, o es el alivio sexual de un sargento/teniente/coronel muy macho, o se trata de la Dulzura (así, con mayúscula) personificada. Como Lucero, nomás que sin guardaespaldas (ya sé: es un mal chiste, y además, pasado de moda).
    Si yo pudiera hacer una película sobre las soldaderas, y se me diera el permiso que Arau arrebató (de hacer trizas la Historia y basarse, mejor, en sus propios delirios personales), sería la flamante guionista, directora y productora de Persistencia de la Adelita. Y para que vean que soy bien compartida, aquí les va, a grandes rasgos, el argumento.

    Campamento rebelde: hay una fogata al centro, oscurece. Una armónica toca La Valentina. Un hombre cepilla a un cuaco más bien flaco y pulgoso. Una sombra se interpone entre la fogata y el hombre del caballo. Éste deja de tararear, deja de cepillar e incluso deja de respirar. Voltea, amedrentado, y en sus ojos vemos EL HORROR. La sombra lo envuelve y el hombre grita. Se le cae de las manos el cepillo.

    Entran créditos.

    De día, el Coronel Investigador mandado directamente por el General Pánfilo Nateras (único personaje de toda esta trama que realmente existió) comenta con un cabo los enigmáticos asesinatos que han sucedido. El cabo le dice que entre la soldadesca se rumora que se trata de… ¡Adelita! (¡charrán!). Como el Coronel no entiende, el cabo le cuenta la historia en un muy oportuno flashback:

    Flashback: Es el mismo campamento. El Sargento al Mando (es el mismo Coronel, nomás que con bigote, para que parezca que es otro, y sucio, para que se sepa que es el malo) está inspeccionando a las prisioneras. Una, en especial, lo irrita por valerosa e igualada, así que abusa de ella. Los soldados le dicen que es una de las mujeres más valientes que han visto combatir, que la conserve a su lado; pero nada: el Coronel no quiere tener de concubina a una enemiga. La manda al paredón.

    Regresamos del flashback y el cabo le dice al Coronel que la mujer mató al Sargento, huyó y prometió vengarse. Y que ya nadie sabe si Adelita es mujer o fantasma, o acaso el espíritu mismo de una lucha sin sentido (sic). El coronel decide enfrentarla…

    La historia continúa entre encuentros y desencuentros del Coronel y Adelita, que efectivamente es mujer de carne y hueso y se anda vengando del regimiento que masacró a su gente (madre, padre, hermanos y un amante bandido). Llega un momento en que el Coronel la convence de que la lucha no debe ser entre ellos, sino contra los otros, los poderosos, los que han puesto al pueblo mexicano hermano contra hermano(sic).

    Así, Adelita y el Coronel trabajan juntos, y la inteligencia y sabiduría militar de ella ha salvado en más de una ocasión al regimiento, con todo y Coronel (creo que el tipo es uno de esos intelectuales soñadores, que pelea pero en la vida ha tomado un arma). Se enamoran. Y hasta llega el momento en que el Coronel le propone que unan sus vidas formalmente y se olviden del pasado.

    Ella duda: todos estos años ha sido su venganza lo que le ha dado sentido a su vida. Las otras mujeres del campamento la animan a aceptar al Coronel (nota para la producción: a lo largo de la peli, veremos que las soldaderas son doble-jornaleras, es decir, que pelean pero además mantienen el sentido de hogar en el campamento, y que en cierta medida, son las verdaderas impulsoras de la revolufia).

    En fin: Adelita acepta. Gran fiesta. El Coronel le compra su vestido de seda y la lleva a bailar al cuartel. Y en el camino, le cuenta lo felices que van a ser cuando él se dedique a dar clases de Historia y ella esté de tiempo completo en casa, criando a media docena de chilpayates…

    Eso no es lo que ella quiere: ya probó la libertad, se sabe llena de recursos. ¿Cómo que su destino es la estufa? Entiende que es maravilloso para algunas personas vivir en paz y sin sobresaltos, pero eso no es para ella. Se lo dice a su futuro marido. Él le dice que con el tiempo se acostumbrará. Ella, triste, se baja de un salto de la carreta en marcha y se va, dejando jirones de vestido de seda en las ramas de los arbustos.

    El Coronel nunca vuelve a verla y cuando se retira, escribe sus Memorias, en las que él es un héroe y ella apenas figura como una criminal mata-sargentos. De Adelita, nada sabemos. Acaso comandó un ejército, o se fue con otro. Lo que es seguro es que el Coronel no la persiguió ni por tierra ni por mar…
    (Fin.)