Autor: Raquel

  • Retomando un hábito del siglo pasado (o dos)

    Rax llega (tarde) y se sienta en la sala de espera. Toma una revista Clara (de marzo de este año) y espera… Adentro, un motor que recuerda las maquinitas de tatuar. Afuera, las manos de Rax sudan frío.
    La puerta se abre. Una monja con expresión bondadosa se sienta junto a Rax. Toma una revista sobre la Arquidiósesis General del mar Muerto, A.C., y sonríe. Rax se consuela: hay bocas peores que la suya.

    Una adolescente y su mamá salen discutiendo del reservado. La asistenta hace pasar a Rax.

    El olor es el de siempre. La música new age también. Se supone que es relajante, pero sus efectos secundarios son extraños: cada vez que Rax escucha música ‘de esa’ siente que las manos le sudan frío.

    La silla espera. Rax se sienta. El afable y simpático especialista se acerca y suelta la noticia vergonzosa:

    ‘Tu última visita fue en 1999’.

    Rax se sorprende: No se había parado ahí desde el siglo pasado!

    Y bueno, la boca no está tan mal. Rax tendrá que volver cada jueves durante dos meses, por lo menos. Un hábito que se forma un poco a fuerza, pero se forma al menos.

    Rax sale y la Monja, en vez de entrar al consultorio, se levanta. Es bajita. Y en vez de manos… wow, tiene aletas.

    Pero Rax está tan en shock tras la dosis de música new age, que simplemente abre la puerta del copiloto y deja que la monja de la boca en forma de pico se suba.

    Camino a casa, las dos callan, perdida cada una en sus propios pensamientos….

  • El difícil proceso de hacerse de un hábito

    Pasan los meses y no escribo. Y me torturo pensando que no soy capaz de hacerme de un hábito. La gente que admiro tiene hábitos firmes. Por ejemplo, conozco a un hombre de 97 años que todos los días nada un kilómetro. todos los días. TODOS. Y lo más impresionante es que donde vive no hay mar, ni alberca, ni río. Nada mentalmente, pero dos kilómetros, y diario.
    Otra persona admirable: la mujer que va cada domingo a la iglesia, vestida de novia, esperando que ésta vez sí llegue aquel mal hombre que la plantó.
    Una más: La conocencia que va cada mes al dentista a que le saquen muelas. También cada mes va con otro dentista, a que le implante muelas, para tener muelas qué le saque el dentista oficial.
    Y así, mil casos: la que hace cuatro horas de gimnasio diario; el que no pasa hora sin revisar su correo, el que escribe diario en su blog. Ay. Eso duele.
    Porque pese a mis intentos, no he logrado mantener lo de la escritura diaria, ni lo de contestar los mensajes, ni lo de averiguar qué pasa con las pantuflas, ni meter en cintura a Deíctico.
    Cuando piernso en esas tristes realidades me deprimo, y menos ganas de escribir me dan. O de ir al gimnasio. O de nadar. O de ir al dentista. O de ir cada domingo vestida de novia a la iglesia.
    Pero hoy acabo de ver la luz. Oh, yeah. Acabo de descubrir que me he hecho del firme, persistente, indoblegable hábito de no conservar hábitos. Y si pude con ése, ningún otro podrá resistirse.
    Así que hoy, aquí, delante de todos los lectores errantes que por alguna razón visiten este páramo, declaro mi firme compromiso de empezar a considerar la posibilidad de un día no muy lejano iniciar el proceso de hacerme de un nuevo hábito. Yo creo que la decisión está entre
    a) escribir diario acá
    b) ir al dentista cada seis meses
    c) hacer pilates

    Mientras, habrá que pensarlo…

  • El misterio de las pantuflas

    1. Cada noche, a la hora de irme a dormir, dejo las pantuflas a un lado de la cama. Creo que es lo más lógico, ¿no? No tiene caso dejarlas en otra habitación, ni dejármelas puestas para dormir. Así que, en un acto rutinario y más bien automático,
    a) me siento en la cama
    b) dejo caer al suelo las dos pantuflas
    c) me acuesto

    2. En la mañana, cuando quiero ponerme las pantuflas, efectúo un ritual que se ha vuelto también rutinario y automático, pero que implica cierto grado de molestia.
    a) me pongo la pantufla que sí está, justo donde la dejé.
    b) busco con la mirada la otra: no está a la vista.
    c) le doy vuelta a la cama, como si la pantufla pudiera haber quedado del otro lado por error. No la encuentro.
    d) regreso al sitio donde la dejé y, entre maldiciones, me pongo de rodillas para buscarla bajo la cama.
    e) la encuentro tan al centro que tengo que estirar el brazo para poder sacarla.
    f) me la pongo

    3. ¿Qué clase de hechizo hace que una de mis pantuflas migre de este modo?

    4. Anoche intenté descubrirlo. Puse las pantuflas en su sitio, como siempre, y me acosté. Sólo que en lugar de reposar la cabeza en la almohada y cerrar los ojos, asomé la cabeza por el borde de la cama (colgando, mirando el mundo de revés) y me puse en actitud vigía.

    5. Desperté con tortícolis. Y la pantufla estaba debajo de la cama, equidistante a las dos orillas.

    6. Sí, en algún momento me quedé dormida con la cabeza colgando. Estoy mareada, con dolor de cuello y el misterio continúa….

  • Seis y media de la mañana. Un guión que me espera. Cuatro horas diarias de servicio social, por fin. Curso en martes y curso en jueves. Y de alumna los sábados.
    En el servicio no hay word, usamos staroffice. Tardé un día en aprender a poner los acentos y la ñ. Y ahora, en mi máquina, cada que voy a poner un acento me detengo, buscando la combinación starofficesca.
    Poca red últimamente. Reviso correo, veo la Jornada y ni siquiera juego sims. Cuento los días que faltan: cinco meses y tres semanas, eso si no me atraso.
    ¿Les conté que ya no estoy en Canal Once? ¿Que pasé días de terror y angustia? Creo que no. Pero ya no hay terror, ni angustia. Sólo mucho trabajo, y servicio social, y presupuesto reducido.
    Estoy cansada, pero siento que por fin estoy enfrentando cosas que tenía que enfrentar. El servicio… y luego, la titulación. Y no paro hasta la maestría, creo. Que nadie (ni los sims) intente detenerme. (Porque la resolución es frágil, y quizá lo lograren, jeje).
    Son casi las siete de la mañana y tengo sueño. Y tengo que terminar un guión de radio. Y luego tengo que ir al servicio. Y luego tengo que ver a Maru, mi exjefa (la chida. Favor de no confundir con las pesadillescas jefas posteriores). Y luego tengo que comer en un tris para ir a dar clase de 6 a 10. ¿Y luego? Uff

    Por cierto, a Maru le acaban de dar un super premio por su trabajo en favor de las mujeres. Es una super noticia y me da muchísimo gusto. Pueden ver más del bisne aquí.

    Y ya me voy. Gracias a todos los que dejaron mensajitos. Les mando abrazos y cálidos saludos desde acá (y perdón por la dejadez y lejanía….)

  • Rax, microempresaria, macromentirosa.

    Podría poner mil pretextos: que me fui a Italia a la ordenación de Deíctico como monja de la orden de las Santas Teiboleras Arrepentidas; que me enfermé de las uñas y me dolía terriblemente el teclear; que un productor inteligente me ‘descubrió’ y que estoy en proceso de colonización; que conocí por chat a un extraterrestre y que me invitó a conocer su planeta; que me devoró un gato y apenas me regurgitó en una bola de pelos…. pero no creo que sea honesto poner pretextos.
    La verdad es que estoy iniciando una aventura: ¡mi propio restaurante! Aquí les va la fotito:
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    Pásele, pásele! ¡Vea el menú!

    ¿No está lindo?





    Ok. No es MIO, y no tiene nada que ver conmigo. Estuve todo este tiempo de adictota a los Sims y con flojera de hacer otra cosa. Buaaa.
    Pero como dijo Confucio: «Hoy voy a cambiar»…

    Nos leemos por acá esta misma semana!




    si nos dejan los sims, claro…