Autor: Raquel

  • otro sueño de zombis

    Bueno, no pueden culparme a mí, ¿o sí? Esta vez ni siquiera había visto una peli… vamos, ni siquiera había verificado que estuviera cerrada la reja -para impedir la irrupción nocturna de zombis en la casa.
    Soñé de nuevo la invasión zombi. Había hartos, hartísimos. Yo estaba en la azotea de casa de mi abuela, con algunos de mis compañeros de la secundaria. Quedábamos pocos, habíamos luchado pero sin duda estábamos perdiendo. De pronto, me entraba un cansancio enorme. ¿Para qué seguir luchando? Al final no íbamos a sobrevivir, nadie lo hace. Así que asomaba yo una mano por fuera de una ventana (?) y permitía que un zombie me mordiera tantito. Apenas un rasguño que tapaba yo de inmediato con mi manga.
    Al poco rato sentía el inicio del cambio, algo así como una náusea. Me sentaba en un rincón a que ocurriera, mientras mis excompas se perdían de vista, saltando de azotea en azotea.
    Así que al poco rato yo era un zombie. Otros en mi estado se acercaban, pero no me hacían nada: olían o presentían o algo que yo era zombie también.
    Gruñían, eso sí. Y ponían cara de no pensar.

    Pero lo chistoso es que yo no tenía ni ganas de gruñir ni de no pensar -dicho de otro modo, descubría que el gruñido zombie era más bien una especie de imposición social o algo así: que uno, al hacerse zombie, suponía que debía no pensar y, en cambio, gruñir mucho.

    Al poco rato de ir sin gruñir me encontraba yo con un tipo similar a mí: rostro simpático aunque pálido, olor a zombie, cero gruñir. Se me ocurría que, ya que no tenía que gruñir, quizás podría hablar. Así que trababa de saludarlo… ¡y lo lograba! Al poco rato estábamos entradísimos en la plática, sorprendidos de que ser zombie en realidad no era tan malo (sobre todo en nuestro caso, que las heridas habían sido superficiales). Teníamos la teoría de que la idea de que el zombie había de gruñir venía de los zombies más dañados por sus heridas, pues o tenían menos de medio cerebro o les faltaba la lengua o les habían abierto la garganta, o algo.

    Y que seguramente de ahí se había quedado la idea, misma que nuevos zombies no habían intentado comprobar o rebatir.

    Lo que sí era cierto es que moríamos de hambre y de malaleche contra los no-zombies. Así que se nos ocurría una gran idea gran: fingirnos vivos, buscar sobrevivientes y comérnoslos. Si nos caían bien, sólo un rasguñito, pa tener clica. Si nos caían mal, dejarlos gruñir a gusto.

    Creo que desperté justo cuando un hombre abría la puerta de su casa para «ayudarnos» (ja, iluso).

  • chin…

    algo iba a escribir acá, pero ya se me olvidó.
    :(

  • Un sueño

    Anoche volví a soñar zombis. Soñé que eran muchos, pero tontos, y que tenían sus propios horarios para salir de quién sabe dónde y pasear por la ciudad. Que entonces había que estar al pendiente de que no entraran a las casas, o sea, unos minutos antes del paso de los zombis, meter a las mascotas, cerrar las puertas, asegurar las ventanas… esas cosas.
    Era un poco horrible: tener que estar ahí, pegada a la pared, mirando el paso de los zombis, observando su arrastrar de pies, reconociendo aquí y allá algún ex-conocido. Pero la lógica era que, si uno se iba justo a esa hora, no sé, a ver la tele o a leer, podía pasar que un zombi se metiera a tu casa, o algo…
    En mi sueño, se supone que estaba casi por ser la hora del paseo zombi, pero que de pronto salían, del mismo quién sabe dónde del que luego saldrían los zombies, varios gatos caseros, asustados. Y yo me daba a la tarea de meterlos todos a mi refugio (que primero parecía muy estrecho, pero casi al final del sueño descubrí que era grande y que tenía algunos cuartos muy monos) pero los gatos, asustados como estaban, también eran desconfiados, y yo sentía pasar el tiempo y me llenaba de angustia: ¿podría meterlos a todos, o tendría que ver un gaticidio? ¿o habría un raquelicidio, al no estar yo asegurando ventanas y tal?
    Al final, convencía a los gatos con un platote de whiskas y cerraba casi todas las puertas y ventanas. Veía las siluetas de los zombis, pasando del otro lado de mis ventanas, despacio, dirigiéndose a sabe dios dónde, y los gatos se acurrucaban contra mí y una mano zombi entraba por una ventana mal cerrada, un instante, el tiempo que le tomaba a su dueño dar el siguiente paso, sacarla y seguir adelante (al parecer, en mi sueño los zombis sólo atacaban a alguien si lo veían; pero tenían, sí, el mal hábito de entrar si se topaban con puertas o ventanas abiertas).
    Ya hacia el final de mi sueño llegaba una familia completa de humanos que no entendían muy bien lo que ocurría, y a algún amigo mío lo enviaban a la cárcel zombi por algún motivo que ahora se me escapa…
    Qué lástima que desperté. Me hubiera gustado ver si después de los créditos pasaba todavía algo :)

  • gracias a todos por todo

    Y bueno, Andrés falleció el lunes por la mañana. (Falleció es una palabra horrible).
    En la tarde fuimos a Gayosso a lo que llaman ahora muy propiamente darle el último adiós (que también suena horrible).
    Muchas gracias por el apoyo, de verdad que se siente el calorcito en el corazón.

  • Ándrés

    Mi primo Andrés Morales era una oveja negra cuando yo cobré conciencia de que había otros en el mundo. Su cuarto estaba pintado de negro y escuchaba Pink Floyd cuando yo comenzaba a oir Parchís. Las tías hablaban de él entre susurros y ceños fruncidos.
    Ah, pero tenía tantos libros… ¡tantos!
    A mí me gustaba platicar con él. A veces se ponía en plan sabiohondo y me regañaba por no haber leído aún Cien Años de Soledad o alguna cosa de Ibargüengoitia… eso me gustaba, no me recomendaba libros para niños ni me trataba con condescendencia.
    Me prestaba libros y por él conocí a Jean Genet.
    Hoy, mi primo Andrés está en el hospital. Los médicos dicen que es cuestión de horas, y no hablan precisamente de darlo de alta.
    Hmmm… no estoy muy inspirada para escribir.
    Una disculpa