Autor: Raquel

  • Lo que no se hurta, se hereda (o algo así)

    Lo que no se hurta, se hereda (o algo así)

    revista kikis portada

    Seguimos con la limpieza de la casa, ahora sacando libros, papeles que ya no sirven, revistas que ya leímos, cómics que no nos gustaron y una variopinta colección de etcéteras relacionados con lo impreso. Llena de polvo hasta las cejas y con las palmas de las manos convertidas en la inspiración para Más negro que la noche, me encontré con una bolsa en la que venían algunas cosas que pertenecieron a mi mamá y que mi tío Carlos guardó celosamente hasta su muerte (la de él, el año pasado; la de mi mamá fue en 1991). Mi prima Tatiz me hizo el favor de entregarme estas cosas y yo hice la raquelada de traspapelarlas hasta hoy. Así que, polvosa y mugrienta me puse a revisar los contenidos de la bolsa y cuál va siendo mi sorpresa al encontrar, entre otras cosas, una revistita hecha en mimeógrafo, fechada en diciembre de 1972. Juglar, revista de la especialidad de lengua y literatura de la Escuela Normal Superior, dice ser. Lo primero que me encontré es que mi mamá era «director gerente» de la revista. Luego, al ver el índice, me encuentro con que su contribución en este número fue la sección de humor, con unos chistes mensos como los que a mí me gustan y con un poemita anónimo ¡que me sé de memoria!

    Ahora no sé si es coincidencia o si soy un robot programado con los gustos de mi creadora *bip, bip* **se prenden y apagan los foquitos que funcionan como ojos y se escuchan más bips**

     

    revista kikis 1

    En todo caso, es un descubrimiento muy grato. Y nada, que me da argumentos para seguir escribiendo cosas jocosonas: si alguien me reclama mi falta de solemnidad, simplemente le diré que es cosa de mi sistema operativo ;) –Entre tanto, les pongo acá el poemita anónimo que reprodujo mi mamá en la revista Juglar de diciembre de 1972 (¡cuatro años antes de que yo naciera!). A ver qué tanto puedo escribir de memoria y qué tanto necesito ver el acordeón:

    Por fin llegaste a mí, amada mía,
    entre mis manos te veré un momento
    para luego sentir el cruel tormento
    de que te esfumes en el mismo día.

    Dos veces en el mes con tu llegada
    se satura de luz el firmamento
    y si retrasas tu venida siento
    la espalda al estómago pegada.

    Yo quisiera que fueras más gordita
    y que tuvieras menos pretendientes
    o que algunos tuvieran menos dientes
    para así poder tenerte completita.

    Y te irás… prodigando tus favores
    a esa gente que muerta ver quisiera:
    al árabe, al tendero, a la casera,
    y a todos mis terribles acreedores.

    Yo no sé por qué fantásticas razones
    te pusieron por nombre LA QUINCENA
    pues con tus reducidas proporciones
    se puede malcomer… mas no se cena.

    Nota: pues tuve que ver el acordeón una vez y en otra parte mi versión no coincide con la de mi mamá. Busqué en internet y encontré al menos tres versiones ligeramente distintas -pero eso sí: en todas dice que es un poema anónimo. *bip, bip, biiiiip*

     

    revista kikis tabla

  • El clóset como la vida o la historia de mi skort

    lo viejo sobre lo nuevo

    Limpieza de clóset: para que pueda entrar la ropita nueva que sí me queda, hay que sacar la ropita menos nueva que ya no me va. Me dolió un montón tener que sacar mi skort (falda/short) de mezclilla porque era mi adoración, pero ya no podía usarlo porque corría el riesgo de que se me cayera en la calle. Así que, ahora que fui a Texas, a la misma tienda donde lo compré, me dije «si encuentro otro skort de mezclilla de mi talla, jubilo el viejito». sabía que era casi imposible encontrarlo porque cuando lo compré, en 2010, fui en verano, así que tenía en contra el paso del tiempo y la temporada adversa. Era, pues, un buen pretexto para no tirar mi querida shorlda (no, suena horrible, incluso más feo que «skort»). Como se pueden imaginar, la tienda estaba atiborrada de leggings (mallones, les decíamos antes) jeggings (pantalones embarradísimos), suéteres y chamarras, pero apenas había faldas. Luego de mucho buscar, encontré UN solo skort. Era talla 8, petit. El mío era talla 12, regular. «No me va a quedar», pensé, pero igual pasé al probador, porque no hay peor lucha y todo eso.

    Sorpresa: me quedó perfecto.

    Se veía rebién. Estaba cómodo pero no guango; corto, pero demasiado; perfecto, pues. Y sólo entonces le busqué la etiqueta para saber el precio. «Si cuesta más de 20 dólares no lo compro y mejor uso el viejito con cinturón», me dije, aún a sabiendas de que no uso cinturón y de que se vería como jareta de bolsa de basura. Le encuentro la etiqueta y

    Sorpresa 2: la etiqueta dice que está rebajado a 49 centavos de dólar.

    «Debe ser un error», me dije, y fui a la caja, sólo para encontrarme con que no era un error. El skort que me queda perfecto costó 49 centavos de dólar. Obviamente, lo compré y, obvia aunque dolorosamente, hoy puse el otro con la ropa que ya se va. Seguro encontrará una nueva dueña que lo quiera tanto como yo y a la que le quede mejor.

    Entonces me quedé pensando que  la vida misma es como un clóset: tienes que sacar no sólo lo viejo y lo que no te gusta, sino también lo que te encanta pero ya cumplió su ciclo o lo que ya no va con la persona que hoy eres, porque si dejas tu vida atiborrada de cosas, sentimientos, gente, recuerdos que sólo ocupan espacio, perderás la oportunidad de sorprenderte con nuevas cosas, sentimientos y gente. ¿O cómo vas a generar nuevos recuerdos? Además, así tienes el chance de que lleguen cosas, sentimientos y gente que podría impactarte de una u otra forma: un skort de 49 centavos, una persona invaluable, un sentimiento inédito, qué sé yo.

    Post data: Tengo otro skort, uno negro, que me fascina también. Me quedaba bien, luego me quedaba pegado, luego tuve que dejarlo de usar porque ya no me quedaba y hoy me queda de nuevo de maravilla. Ése no lo voy a sacar. Y tengo, también, mi uniforme de secundaria como si mañana me tocara ir a clase: falda, chaleco, blusa y suéter, todo en un mismo gancho. Es decir, así como hay cosas que se van, también hay que saber a qué cosas, sentimientos, gente y recuerdos hay que reservarles su espacio por más tiempo, o incluso permanente, sea en el clóset o en la vida.

     

  • Paradoja para las cabañuelas

    Paradoja para las cabañuelas

    diluvios

     

    Hace rato que parecía que iba a llover me acordé de que mi abuela decía que el primer mes del año es el mes de las cabañuelas, ese método de previsión climática que consiste en adjudicar el clima de cada día al mes correspondiente por su número:

    • 1 es enero
    • 2 es febrero
    • 3 es marzo
    • 4 es abril

    y así hasta

    • 12 es diciembre

    Luego, se va en reversa:

    • 13 es diciembre
    • 14 es noviembre
    • 15 es octubre

    hasta

    • 24 es enero

    Entonces, se dividen los siguientes seis días en mañana y tarde:

    • 25 en la mañana es enero
    • 25 en la tarde es febrero
    • 26 en la mañana es marzo

    y así hasta

    • 30 en la mañana es noviembre
    • 30 en la tarde es diciembre

    El 31 se divide por horas, de ida y vuelta:

    • 1 am es enero
    • 2 am es febrero
    • 3 am es marzo
    • 4 am es abril

    y así hasta

    • 10 pm es marzo
    • 11 pm es febrero
    • 12 am es enero

    Yo, curiosilla como era, decía entonces: Pero si todo el mes de enero es para vaticinar el resto del año, ¿qué miden de enero los tres días, dos horas que le tocan de las cabañuelas? Mi abuela, en vez de contestarme, me veía raro, no sé si orgullosa de tener una nieta inquisitiva o harta de mis preguntas.

    En fin. Ahora que recuerdo el asunto me pregunto: ¿qué pasaría si el mundo estuviera destinado a acabarse, no sé, digamos que en abril? Todo va bien los primeros días, pongamos por caso:

    • 1 de enero: frío y viento (corresponde a enero)
    • 2 de enero: hielo (corresponde a febrero)
    • 3 de enero: lluvias (corresponde a marzo)
    • 4 de enero: meteoritos asesinos y granizo de fuego (corresponde a abril)

    ¿Y luego? Si se va a acabar el mundo por completo en abril, lo lógico sería que no hubiera ningún clima a partir del 5 de enero. Pero entonces tendría que volver a haber clima el 21 de enero, que tendría que haber de nuevo meteoritos y fuego, seguidos de lluvias (el 22), hielo (el 23) y frío y viento (el 24). ¿Y entonces? De nuevo esos climas, alternados mañana y tarde el 25 y el 26, cerrando con más meteoritos y fuego, ¿no? Y tres horas de clima frío seguidas por fuego y meteoritos el 31 en la madrugada, un día entero de no-clima, y fuego y meteoritos a las 9 de la noche para tener lluvias a las 10, hielo a las 11 y frío y viento a las 12.

    Ok hasta ahí. Pero hay varios problemas:

    1. ¿»No-clima» es onda ni frío ni calor o qué?
    2. Con tantos ataques de meteoritos asesinos y granizo de fuego, ¿sobreviviría el mundo a las cabañuelas?
    3. Si no las sobrevive, ¿quiere decir que la previsión cabañuelística se equivocó?
    4. Si se equivocó, ¿para qué o por qué hubo fuego y metoros?
    5. Si, por el contrario, las cabañuelas no incluyen lluvia de fuego y meteoritos y en cambio propone un clima normal para los días correspondientes a abril en adelante, ¿cuál fue el chiste de las cabañuelas?

    Imagínense si, para colmo, el fin del mundo llega como un nuevo diluvio universal o, peor todavía, si la tierra se abre en dos para dejar salir al dragón volador que empolla en su centro. Lástima que ya no vive mi abuelita para compartirle mis nuevas dudas :(

     

  • Propósitos de año nuevo

    Propósitos de año nuevo

    Mucha gente tiene la costumbre de hacer una lista con sus propósitos de año nuevo. Generalmente la escriben (o la formulan mentalmente) el 31 de diciembre en la noche, justo entre los brindis y el atragantamiento de uvas. Lo malo de hacerlo así es que pueden quedar metas rarísimas. Por ejemplo, pueden ser muy vagas («Este año voy a cuidarme»), muy ambiciosas («Voy a bajar treinta kilos y a ponerme más buena que un mango de manila»), francamente irrealizables («compraré una casa en la riviera francesa y obtendré la nacionalidad finlandesa») o de plano imposibles de controlar («Me sacaré el premio mayor de la lotería»). 

    Yo un tiempo intenté lo de los propósitos de año nuevo, pero mi psicoentomólogo me sugirió evitar ese tipo de metas chafas. Me dijo que pensara bien mis metas y que las escribiera, que se las enseñara en nuestra siguiente sesión. Cuando lo hice y comencé a leer en voz alta mis resoluciones, puso cara de no estar contento. Luego me dijo que me había ido al extremo contrario al tratar de  evitar las vaguedades, las imposiciones y las metas irrealizables. Mi lista decía más o menos:

    • Acariciaré a mis gatos cada que estén cerca y tenga tiempo y ganas de acariciarlos, siempre y cuando se dejen.
    • Me bañaré si me hace falta, tengo tiempo y no hace mucho frío.
    • Compraré y comeré un danonino de plátano.
    • Trataré de acordarme del lugar donde dejo las llaves del coche para no dar vueltas y vueltas como loca por toda la casa a la hora de salir a la calle.

    Lo peor del caso es que no cumplí con lo del danonino de plátano (¿para qué sufrir con un nuevo sabor, me decía yo, si amo adoro idolatro los de fresa?) ni con lo de las llaves: a pesar de que la resolución era blandita como almohadón de plumas, ni siquiera traté de acordarme del lugar donde dejaba las llaves. Todo mal.

    Al año siguiente lo volvimos a intentar. Ya había cambiado de psicosomatólogo y el nuevo no me propuso la tarea, pero yo traía la espinita clavada desde la vez anterior y lo hice de todos modos. Le dije en la última sesión del año que quería leerle mis propósitos de año nuevo y que  esperaba su retroalimentación. Estaba segura de que me iba a ir muy bien porque había optado por otro tipo de propósitos, más del día a día:

    • Pagaré a tiempo o casi a tiempo las tarjetas de crédito, la luz, el gas, el teléfono y esas cosas.
    • Compraré cada libretita mona que se me ponga en frente, si es que tengo dinero y la libreta está en venta.
    • Dormiré cuando tenga sueño y comeré cuando tenga hambre. O antojo.
    • Acariciaré a mis gatos siempre que pueda (lo siento, me encanta acariciar a mis gatos).

    El doc me dijo que para esos propósitos no necesitaba esperar el inicio de año, que bien podían ser «propósitos de una vida medianamente sensata». Es decir, fracasé de nuevo. Todo ese año me la pasé meditando en mis posibles propósitos para el siguiente fin de año porque ya era una cuestión personal. Incluso regresé al psicoenterólogo (con uno nuevo, claro: del último deserté ignominiosamente por motivos que no vienen a cuento pero que en otro momento les puedo contar, si quieren).  Y en esta ocasión decidí intentar otro tipo de metas:

    • En caso de que se desate el apocalipsis zombi, me salvaré de la debacle y salvaré al menos a veinte escritores (hombres y mujeres, claro) mexicanos de los sencillos, amables, talentosos y trabajadores, ajenos a las ego-wars, al machismo y a las envidias para iniciar una nueva civilización basada en la cultura.
    • En caso de que los extraterrestres me abduzcan, les diré «llévenme con su líder», para que vean lo que se siente.
    • En caso de que se mude al departamento de junto al mío un conde transilvano, lo invitaré a beber… vino. Y le pondré ajo en su copa, nomás por la pura diversión en caso de que resulte vampiro.
    • En caso de que mis gatos comiencen a hablar un día cualquiera, los videograbaré y subiré sus discursos a FB, con la intención de ayudarles a conquistar el mundo.

    Cuando acabé de leer mi lista, el doc estaba llorando. Primero supuse que lloraba de emoción porque pocas veces llega alguien con propósitos tan bien pensaditos. Pero luego me cayó el veinte: otra vez me había equivocado. Me había dejado arrastrar por mi propio entusiasmo y había me había despegado de la realidad tremendamente: ¿veinte escritores mexicanos sencillos, amables, talentosos, trabajadores, ajenos a las ego-wars, el machismo y las envidias? Cinco, tal vez. Diez, ya muy optimista. Pero ¿veinte? :( Bueno, no es tan grave, le dije al doctor. Nos conformamos con los escritores chidos que podamos salvar y añadimos gente de otras especialidades, siempre que sean buena onda. El doctor sollozó y me pidió que no volviera: ni a hacer propósitos de año nuevo ni a visitarlo en su consultorio. Supongo que me considera una persona más allá de la necesidad de plantearse metas y de necesitar ayuda. ¡Qué orgullosa me siento de mí misma!

    Lo malo es que los 31 de diciembre se han vuelto aburridos para mí desde entonces. Pero no se puede tener todo en la vida, supongo.

     

     

    tic tac tic tac
    tic tac tic tac
  • Lo que sigue

    Lo que sigue

    VizcaínasMientras escribo esta entrada, Alberto revisa el borrador de una nueva historia que empecé a escribir en agosto. Cuando la empecé estaba muy triste y enojada porque sentía que una amistad muy importante para mí me había cambiado por alguien más. Me enojaba la situación y me enojaba sentirme como en la primaria. Empecé la historia como una venganza, un intento de catarsis o algo así, pero pronto se convirtió en un ejercicio de imaginación muy divertido. Hoy en la mañana ensamblé las dos partes de la novela, que había trabajado por separado, y me emociona mucho decir que, contra lo que yo esperaba, quedaron como si hubieran sido escritas de corridito. Creo. Así que, una vez más, una frustración termina convirtiéndose en germen para algo creativo. Y, lo mejor de todo, aprendí que no importa cuánto tiempo pase, en algunas cosas siempre estaremos como en la primaria. Y que eso no tiene que ser algo malo. Ahora cruzo los dedos, esperando que además de terapéutico y divertido, lo que escribí esté bien hecho y digno de ser publicado :D