Autor: Raquel

  • Informalidades

    El sueño fue reparador: desperté sintiéndome cansada pero más tranqui, de mejor humorcillo (con los ojos irritadísimos y el estómago revuelto; como si estuviera cruda, pero sin estarlo). Ahora tengo que subir a la página de Canal Once la información de Diálogos en Confianza de esta semana. Es un trabajo rutinario y fácil. Por eso me da tanta flojera hacerlo.

    Pero hay que hacerlo, para disfrutar del día enterito, así que… ánimo, Rax.

    En los blogs, paseando, me encontré el de Umair Salem. Me gustó algo que retomó él, y sin empacho me lo agencio: «If we’d been born where they were born and taught what they were taught, we would believe what they believe.»

    A sign inside a church in Northern Ireland, explaining the origin of intolerance and hate

    Va traducido (no sé por qué, pero va traducido):

    ‘Si hubiéramos nacido donde ellos nacieron y enseñados (educados?) como ellos fueron enseñados, creeríamos en lo que ellos creen’.

    Y dice que es un letrero dentro de una iglesia en Irlanda del Norte, explicando el origen de la intolerancia y el odio.

    Ayer vi a Irving Gatell, gran amigo de siempre (pese a que los últimos años nos hemos visto poquísimo). Íbamos a ver una peli o dos, pero primero estuvimos platicando de lo que ha pasado en nuestras respectivas vidas los últimos tiempos (con frecuentes digresiones en el más puro nonsense que se llega a ver por aquí: he de confesar que Irving fue, si no mi maestro, sí mi entrenador en este asunto durante algunos años).

    Me contaba Irving (y lo pongo acá porque me parece linda historia, aunque tal vez ahora, ya que se enfrió, parezca más zonza y menos divertida que cuando la creamos) que va por una beca de jóvenes creadores; pero que antes tiene que terminar alguna de las carreras que empezó (tres de música en la Nacional, el Conservatorio y la Superior; una de Filosofía en la UNAM; el Seminario Metodista que dejó en suspenso) o hacer otra nueva, ya que su currículum hasta el momento es bastante informal.

    ¡Qué linda imagen, la del currículum informal! Inmediatamismo me imaginé a Gatell, nervioso, sentado frente a una recruiter amargada, balbuceándole:

    —Eh… mi currículum… este…. bueno… venía conmigo pero se detuvo en el camino… siempre llega tarde… ¡es un informal!

    En otra ocasión, me confesó Irving, iban a una entrevista de trabajo y su currículum se detuvo a medio camino:

    —¡Oiga, jefe! ¿Podemos parar en esta cantina y echarnos unas chelas? La verdad es que estoy nervioso…

    Y por eso Irving no pudo llegar a la entrevista.

    A veces, su currículum llega de noche, boracchísimo, con sus amigotes, y se los presenta a irving dándoles más importancia de la que tienen, para que no los corra de la casa: Informes como Currícula, Memoranda como Informes… Además, tiene el espantoso hábito de decise a sí mismo Curri y a su banda ‘Los currículums’. Y no es que no sepa latín: es que es un informal…

    Seguimos con el asunto del curri informal hasta que me dolió la panza: ya sé, soy una simplona. Luego, me contó de la muerte (en el púlpito) de un cierto ex-obispo. Irving tenía que tocar en el servicio religioso de ese día pero llegó tarde (él preparaba la excusa: mi currículum no traía el mapa y nos perdimos…) pero la gente estaba fuera de la iglesia, y un cuate, David, le impidió a Irving entrar, explicándole que don Ulises había muerto y blablabla.

    Media hora para convencer a Irving de que no se trataba de una broma. Y es que toda la gente tiene cara de broma cuando habla con él.

    Palabra, no es un personaje ficticio, aunque se parezca al Ervinka (su tocayo) de Kishon.

    Por cierto, vimos esa peli (Ervinka, de E. Kishon) y lo que más risa me daba era ver a Irving doblado de la risa.

    Hmm. Me hubiera gustado que Alberto me hubiera acompañado, pero tenía trabajo. Tengo muchísimas ganas de que Monsieur Chimal conozca al Gatell…. creo que se van a llevar bien (los dos son endiabladamente inteligentes y no tienen problema en hablar de trivialidades -como otras personas menos inteligentes pero terriblemente snobs que me he topado).

    Luego vimos un dvd de Leslu. Más risas, ese humor… y convencí a Irving (no fue difícil) de que participe en una conferenciecita-lectura sobre Kishon que voy a empezar a organizar hoy mismo. Quiero a Alberto hablando de la literatura de Kishon, a Irving hablando sobre el humor judío en general (desde Job hasta Woody Allen, dice un libro sobre el tema; yo me conformo que sea desde los Hnos Marx hasta las rutinas zonzas del binomio Rax-Irving, dejando un breve espacio para hablar de Kishon) y… me falta uno, que hable del cine. Quizá Alberto quiera hablar del cine y me toque hacerme cargo de la lite… pero no sé. Yo quiero ser la mother-adora.

    Hoy mismo, como dije, lo propongo cuando veamos la agenda de FatalEspejo para los próximos días.

    Agh, son las siete y tantito de la mañana, parece que más que escribir un blog, tecleé mis erráticos pensamientos del pre-despertar…

  • Mal

    Sí… definitivamente, me siento mal.

  • Como triste

    Hora de dormir. Y de pronto, estoy como… triste…

  • Recordando a la Piraña Humaña

    Todavía me acuerdo de cuando me convertí en La Piraña Humaña. Fue mi primera incursión en el mundillo de los superhéroes y –debo admitirlo– fue por el lado equivocado. Pero es que los Villanos también cuentan!

    Fue más o menos así:

    Yo tenía 17 años y fui al acuario de la Torre Latino en compañía de algunos amigos. Vimos la pecera con las pirañas. Me retaron (mis amigos, no las pirañas) a meter la mano. Yo, valiente como toda teenager que se precia de haber sobrevivido al Ataque de los Zombies del Frijol, no podía decir que me daba miedo que los animalitos me cercenaran la manopla y me dejaran como a Luke Skywalker. Además, recordé que las pirañas atacan en grupo -por lo que un par de ellas no me podían hacer absolutamente nada. Metí la mano.

    PERO con lo que yo no contaba (cómo iba a saberlo, si no era un narrador omnívoro… quiero decir, omnisciente) es que, dos años antes…

    (FLASHBACK) Río Amazonas.

    Cuadro uno: Un doctor con cara de loco hace experimentos a la orilla del río.

    Cuadro dos: Detalle al laboratorio portátil del doctor con cara de loco: señales de ‘radiactivo, manéjese con cuidado’.

    Cuadro tres: El doctor levanta con aire triunfal un tubo de ensaye que contiene un líquido verde neón, burbujeante y amenazador.

    Cuadro cuatro: Salen la tribu Obembe de entre los arbustos. Devoran al profesor y el tubo de ensaye queda abandonado a la orilla del río…

    Cuadro cinco: Gotas verde neón caen en el hociquito de una piraña

    Cuadro seis: Hombres con gafetes de ‘Acuario de la Torre Latino, S.A.’ pescan una piraña de aspecto luminiscente y mirada humana.

    (VOLVEMOS AL ACUARIO)

    Pus ya está: meto la mano, la piraña radiactiva me muerde, caigo al piso del dolor, me llevan a casa, tras larga agonía en la que cada una de mis células muere y renace (ouch!) logro levantarme, pero yo ya no soy yo… ¡Soy la Piraña Humaña!

    Tengo dientes filosos, mirada asesina y deseos de VENGANZA… Muahahahahaha

    Y nada, comienza una época de terror en la ciudad de México, porque la Piraña Humaña se come vivas a sus víctimas para robarles el reloj y la cartera… Tiene especial predilección por los machines misóginos que se fingen caballerosos y los que se asumen como machines misóginos (los atrae con su otra identidad, la de adolescente zonza y romántica; y a la primera señal de desprecio o condescendencia… ¡zaz! aparecen las hileritas de dientes…)

    Terror: la ciudadzota se empieza a percatar del perfil psicológico de las víctimas cuando mueren, una misma noche, Arjona, Paco Stanley y cierto escritor alternativo que decía que todas las mujeres son unas putas, o flores en el campo dispuestas a ser re-cogidas por él (omito el nombre por respeto a sus descendientes o por miedo a represalias en caso de que haya resucitado tras el ataque).

    La cantidad de hombres machinomisóginos es tan grande, que comienzo a subir de peso, a causa de esta dieta de colesterol y rencores concentrados. Cuando llego a los 1600 kilos me vuelvo sospechosa, y tengo que comenzar una dieta para volver a mis 65. Por lo tanto, sigo matando pero comiendo solamente la ‘carne magra’. Difícil, porque muchos de estos cochinillos están cebados con cerveza, lo que aumenta su aportación calórica.

    En todo caso, vuelvo a mi peso, dejo de ser sospechosa, los asesinatos siguen, mis dientes se aguzan, me salen escamas en las axilas, voy diario al acuario de la Torre y le empiezo a decir ‘Mamá’ a la piraña que me mordió (jejeje, ‘la piraña que te mordió’ tiene el mismo ritmo de ‘la puta que te parió’)… y decido conquistar el mundo.

    Ya saben: ‘Pirañas del mundo, uníos’; y esas cosas.

    Pero entonces, jugando con mi Laboratorio de Química ‘Mi Alegría’, fisiono un átomo de uranio y la radiación me quita mis poderes…

    ¿Qué hacer? Vuelvo a la prepa justo a tiempo para reprobar el final de matemáticas (y cuatro rondas de extraordinarios).

    Nota: Por supuesto que los efectos especiales son pirateados de otro lado: las células muertas y revivas son cortesía de Anne Rice y sus Libros de los Vampiros Ridículos; el flashback nos lo prestó generosamente un cómic de editorial Vid (por eso va en cuadros y no en acción continua), y lo de las florecitas del campo… realmente lo escribió el anónimo del que les platicaba.

  • Frijoles en el ombligo

    I. Cuando era niña, mi mamá me decía que hay que lavarse bien el ombligo: que si no, se llena de tierrita y entonces se podría sembrar ahí un frijol o un chícharo.

    La verdad, a mí me daba muchísima curiosidad y moría de ganas de juntar tierra suficiente para sembrar el chícharo o el frijol; porque las flores de estas dos plantas me gustan mucho.

    Me imaginaba que el frijol creciera, un tallo largo y verde, florecitas blancas, y luego… pues claro, vainas llenas de frijoles, mi independencia al vivir de mi huerta ombligal, fama y fortuna.

    Claro, se corre el riesgo de que la raíz del frijol (o el chícharo) se meta profundo en el ombligo, cree redes bajo la piel, se alimente de la sangre y llegue el momento en que frijoles vampíricos crezcan por las orejas o, más erotic-gore, de la vulva. O, simplemente gore, de las cuencas de los ojos (luego de empujar a presión los globos oculares, con mucha sangre y gritos y desmayos).

    Elijamos por esta vez las orejas. Sale la plantita alimentada por la sangre y yo, convertida en una empresaria sin escrúpulos, vendo los frijolines igual que los del ombligo, sin hacer caso del color escarlata y los pequeños colmillos.

    Es más: los vendo más caros, diciendo que están ‘enriquecidos’ (?).

    Entonces, la gente los guisa, comen molletes de inigualable sabor… y de inigualable peligro: quien los come, se contagia y nuevas vainas le salen de las orejas y el ombligo.

    Como yo fui precavida y patenté el frijol enriquecido, y como en otros seres la plantita provoca muerte cerebral (no me pregunten por qué: no entiendo esa exigencia de que el guionista fundamente todo lo que pasa), me encuentro dueña de un plantío de zombies vampirizados, que en lugar de chupar sangre comen enfrijoladas enriquecidas y que se dejan cosechar pacíficamente (mientras no les falte su alimento).

    Mis ganancias aumentan tanto que me vuelvo líder de los empresarios mexicanos (todos son, en realidad, nuevos zombies, por lo que sus votos me salen increíblemente baratos).

    Pero un día, el frijol de mi ombligo se marchita, y de tan triste que me pongo, dono todas mis ganancias a un invernadero y me voy a meditar a la punta del Cerro del Tepozteco. Ahí, alejada de los negocios, me lavo todos los días el ombligo, hasta que baja un ovni y un extraterrestre de color anaranjado me regala una semillita muy parecida a una lenteja…