Autor: Raquel

  • Cuentito de Ana María Shua

    para JeRe

    Para poder dormirme, cuento ovejitas. Las ocho primeras saltan ordenadamente por encima del cerco. Las dos siguientes se atropellan, dándose topetazos. La número once salta más alto de lo debido y baja suavemente, planeando. A continuación saltan cinco vacas, dos de ellas voladoras. Las sigue un ciervo y después otro. Detrás de los ciervos viene corriendo un lobo. Por un momento la cuenta vuelve a regularizarse: un ciervo, un lobo, un ciervo, un lobo. Una desgracia: el lobo número treinta y dos me descubre por el olfato. Inicio rápidamente la cuenta regresiva. Cuando llegue a uno, ¿logrará despertarme la última oveja?

  • De insomnios

    Casi tres de la mañana. No puedo dormir. Tal vez es señal de que sí: que tengo que ir al zoo a robarme un pingüino.

    Deséenme suerte, creo que es delito federal.

    Mientras, el ánimo, poco a poco, vuelve a estabilizarse.

    Es horrible estar enferma y enterarse de que las becas se las dan sin pudor a trabajos espantosos. Sniff.

    Si saben de algún mecenas que quiera becarme (Yahoo, Blogger, Google serían buenas opciones), avísenle que es el momento ideal…

  • De no creerse

    Ay, de alguno de los blogs recientemente visitados (damn, no puedo recordar de cuál!) tomé el link a esto otro. Eek. A dónde vamos, eh?

  • Las despedidas son siempre tristes

    Ya no está el señor P. Todavía ayer, sábado, estuvo aquí conmigo y me mantuve durmiendo a intervalos (tosiendo de vez en cuando -creo que tenían una fiesta muy animada ahí, en mi garganta). Traté de ser una buena anfitriona (?), hasta fuimos al cine (vimos Los Eggs Men 2). Pero ¡ay! Supongo que el señor Espín y sus amigos son del tipo exquisito y no les gustó la peli, porque hoy que desperté, ya no estaba ahí. Ni los alces. Ni las vacas con sus lentes oscuros. Ni la camioneta roja. Ni el goteo nasal.

    Estaba solamente yo, con un poco de calor y un ligerísimo dolor de cabeza, pero eso era todo.

    No dejó una nota de despedida, ni pagó la cuenta de mantenimiento.

    Ya sé, debería sentirme aliviada; pero en realidad estoy un poco triste, como nostálgica, como si algo me faltara.

    Estoy pensando en esperar a que oscurezca, ponerme mi traje de Hombre Huevo (Egg Man) -así, negro, tipo Matrix- y lanzarme al zoo. A raptar un puercoespín, claro.

    O un pingüino, que me gustan más. Tal vez con cantidades industriales de helado de dulce de leche (*) con nueces logre hacer de mi garganta un sitio acogedor para esas avechuchas.

    Por cierto: en semana santa, que estuve en el cono sur, comí el helado de dulce de leche con nueces más delicioso de la vida (o eso pensé hasta que ayer comí eso mismo acá en el Df: donde sea, me encanta). Y lo comí en cono. sur.

    Por cierto 2: estando en el cono sur quise ver un condor pasa (deben ser como los cóndores, pero arrugaditos, arrugaditos -por eso son pasas, no?). Lo más que vi fue un guajolote extraño que no es guajolote (no me acuerdo de su nombre). Y en el zoo no tenían vinchucas. Me siento defraudada.

    (*) En mexicano se llama cajeta, pero por si alguien de Argentina me lee, llamémosle por su nombre políticamente correcto: dulce de leche.

  • El colador deprimido

    Me encontré un blog lindo… tomado de ahí (todo el crédito para la autora, Yolly bell) va el siguiente textillo:

    Ayer a la noite terminé de lavar los platos. No eran muchos, pero como cuando cocino me encanta hacerme la dolly irygoyen y uso muchos cosos, era bastantes cosas para acomodar en el secaplatos. Lo último que me faltaba acomodar era el colador. Termino, limpio todo con el chuf-chuf*, y cierro la caniggia. En eso, veo que el colador claramente se tira del secaplatos y queda incrustado entre la pileta de la cocina y la mesada. Horrorizada, acudo a ayudarlo. Lo vuelvo a limpiar, y lo pongo en el secaplatos. Y se vuelve a tirar. No me queda otra que llamar a la Línea de Ayuda al Colador Suicida, que es una suerte de 0-800-SKIP, pero con gente que conoce la psiquis de los coladores como la palma de su mano, o la palma de mallorca, no sé bien. Le pongo el tubo en uno de los agujeritos, y escucho que hablan de ollas, sartenes, blancas cottas y curis. Corta, lo vuelvo acomodar en el secaplatos, y quedó ahí. No sé, parece que los coladores son gente sensible, también, como los Vecinos de Palermo Sensible. No, más que ellos.

    *chuf-chuf: nombre con que mi madre llama a todos los multiuso. He notado que Hugo Arana se parece a veces a Danny de Vito, pero sólo a veces.