Autor: Raquel

  • Selección de tuits

    Selección de tuits

    Mañana, miércoles 21 de noviembre de 2012, participaré en una charla del ciclo 140 caracteres en el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia (Nuevo León 91, col. Condesa, México D.F.). La cita es a las 19.00 horas y están todos ustedes (y todas ustedas) invitados (e invitadas). Me dicen que, además, habrá transmisión en línea en esta liga: [esta es la liga y no otra].

    El tema será la ficción en tuiter. Como estaremos ahí José Luis Zárate, Miguel Lupián y yo, hablaremos principalmente de horror, fantasmas, zombies, extraterrestres, ciencia ficción y cosas por el estilo. Yo digo que va a estar muy bien y espero que se descuelguen por allá.

    Algo curioso: para la charla, me pidieron una microchirriantología de cinco tuits «de mis favoritos». Con horror descubrí que nunca guardo mis tuits, ni siquiera los que me parecen más simpáticos. Hice unos de zombies que estaban retecotorros, y nada: se han perdido en el timeline. Pero en vez de llorar, entré a favstar y busqué algunos tuis que pudieran servir para el asunto (tuis míos, aclaro: en estos tiempos echénicos, la precisión no está de más). El problema se fue al lado contrario: ahora tengo mucho más que cinco tuits (aunque los de zombies que me gustaban no aparecieron). Como tampoco por eso iba a llorar (digo, sí soy chillona, pero hay niveles), armé una pequeña selección, un poco al vapor, pero con harto sentimiento ;)

    Es la que sigue:

     

    Fantasmas

    Me topé en la calle a mi abuelo. Murió antes de que yo naciera, pero lo reconocí por su tono sepia, idéntico al de la foto sobre el piano.

    Anoche me visitó mi abuelo. Me contó que jamás visita a mi abuela en el panteón: Los fantasmas, me dice, le tenemos miedo a los muertos.

    Ayer vimos a los borreguitos fantasmas. Los reconocimos porque flotaban entre la niebla del panteón y porque en vez de «beee» hacían «buuu».

    Cuando manejo de noche no me gusta ver a los otros conductores. Temo descubrir que son fantasmas de muertos en choques.

    Cuando me muera seguiré tuiteando. Seré la tuiterafantasma. Y quien me retuitee morirá al tercer día y será tuitero fantasma también. Y así.

    «Rompimos porque nos separaban nuestras diferencias. Ella era de buena familia; yo llevaba tres años muerto» me dice, triste, y desaparece.

    Me lo encontré en la calle. Se veía igualito, guapísimo. Días después me contaron que murió hace años. O sea que, otra vez, no me llamará.

     

    Muerta ignorante

    Cuando cumplí 18 años mis papás me sentaron para una conversación seria: «Hija, es tiempo de que sepas la verdad: moriste al nacer».

    Cuando cumplí 18 años, mis papás tuvieron LA conversación seria conmigo: «Hija, el mundo se acabó hace diez años…»

    Sepan ustedes que estoy muerta desde 1965. Todo lo relacionado conmigo, desde mi aparente nacimiento en el 76, es pura ilusión.

    No me molesta haber muerto en 1997. Me molesta la cantidad de platos que lavé innecesariamente desde entonces.

     

    Amigos imaginarios

    Mi amigo imaginario no me pide dinero prestado: me pide, en cambio, sueños y miedos. Y nunca me los devuelve.

    Mis amigos imaginarios se hicieron amigos entre sí y no me invitan a sus fiestas imaginarias.

    Mis amigos imaginarios tienen cuenta (imaginaria) de twitter (imaginario) en la Internet de Nunca Jamás.

    Mis amigos imaginarios hicieron una fiesta imaginaria y no me invitaron. «Ni te imaginas lo que pasó», presumen.

    Mi amiga imaginaria se casó con mi amigo imaginario en una boda imaginaria y ahora tienen varios hijos imaginarios que yo cuido :(

    Y de pronto descubrí que la amiga imaginaria era yo.

    Que ya estoy grande para tener amigos imaginarios. Que es tiempo de madurar y tener colegas, jefes y clientes imaginarios.

    La mayor parte del tiempo estoy casi segura de que soy real.

    Yo pensaba que a esta horas el mundo sólo existía en mis sueños. Y mírenlo, tan real, tan independiente de mí. Me siento orgullosa.

    En este rincón del mundo (que existe fuera de mis sueños) siempre me da por la nostalgia de otro rincón del mundo, uno que ya no existe.

    ¿Y si soy yo la que solo existe en los sueños del mundo? ¿Qué me pasará cuando el mundo despierte?

     

    Zombies

    «Dibújame un cerebro», le dijo el Prinzombito al Piloto.

    Mi estómago se volvió zombi y se está comiendo a mi hígado. O así se siente.

    Zombámbulo: zombi que camina dormido

    Zombido: ruido producido por un enjambre de abejas zombis

    Zomba: baile típico de los zombis brasileños

    Zombabwe: país africano lleno de zombis

    Zombama: presidente zombi de EU

     

    Fin del mundo

    El fin del mundo vendrá de afuera (meteorito) o de adentro (sismo) o será terreno (guerra) o metafísico (Apocalipsis) o natural (glaciación)

    El fin del mundo será natural (glaciación) o sobrenatural (ataque zombi) o impresionante (explosión nuclear) o anticlimático (tantán)

    Si me dan a elegir, prefiero el fin del mundo del Nuevo Testamento: tiene más presupuesto que el del Antiguo, y mejor guión.

    Y si de veras todos los muertos resucitan en el fin del mundo… ¿dónde los vamos a poner? ¿cabrán en el Foro Sol? ¿bailarán un thriller?

    Que en mi cumpleaños me organicen un Apocalipsis sorpresa.

    Que me regalen de mascota un Cordero de Dios.

    ¿Y si yo fuera el Anticristo, nomás que con una mala orientación vocacional?

    Playeras que digan «estuve en el fin del mundo y el Cordero sólo me dio esta #%$£ playerita”

    ¿Asientos numerados a la Diestra del Padre? ¿O hay que llegar tres horas antes del Apocalipsis para agarrar buen lugar?

     

    San Valentín

    Habría que escribir de un tipo que odia San Valentín y se le aparecen los Cupidos de los Valentines Pasados, Presentes y Futuros y así.

    Una peli en la que el Rey del 5 de mayo decide incursionar en otro festivo y regala franceses muertos y zacapoaxtlas vivos a los enamorados.

    En las oficinas debería ser descanso obligatorio San Valentín. En las escuelas deberían hacer festivales con bailables y tablas gimnásticas.

    En San Valentín, los antiguos sumerios lanzaban corazones de pollo a las chicas que les gustaban. Si el corazón se reventaba, había boda.

    En la Edad Media se popularizó regalar ratas libres de Peste Bubónica en San Valentín. Era un modo de decir «te quiero y me importa tu salud»

    Durante el periodo napoleónico, los franceses regalaban en San Valentín muñecos de peluche con la efigie del Emperador. Y chocolates, claro.

    ¿Eres vegetariano pero quieres celebrar San Valentín? Regala peluches con forma de corazón… ¡de alcachofa!

    En el hospital nacional de cardiología se considera de mal gusto celebrar a San Valentín.

    Platillo ideal para hoy: 1/4 de corazón de res asado con sal, en salsa de vino tinto y adornado con pétalos de rosa.

    La tribu amazónica de los Mememes aprovecha San Valentín para sus célebres orgías. Todos van disfrazados de bombones cubiertos de chocolate.

    Platillo de San Valentín: tripa de cerdo imitando un condón rellena de crema de champiñón en una cama de pelo de ángel.

    Vestigios arqueológicos demuestran que la frase «be my valentine» fue acuñada en la Isla de Pascua en el año 2365 AC a las 8:45 pm

    Investigaciones de la Universidad de Wildstone concluyen que los grandes felinos no celebran San Valentín.

    En la Rusia Zarista, la clase alta acostumbraba el «festín de san valentín»: lágrimas de amor desdichado capeadas en huevos de golondrina.

    En el imperio mexica, San Valentín respondía al nombre de «Huitzilopochtli», que significa «el que se come tu corazón a mordidas».

    En Esparta, cada día de San Valentín se elegía a la pareja más cursi y se le tiraba por un desfiladero y se le apedreaba hasta la muerte.

    En San Valentín, los esquimales acostumbran regalar bolas de sebo de oso envueltas en aceite de ballena. «Grasita es amor», dicen.

    Se sabe que fue en un San Valentín cuando Atila acuñó la frase «amáos los hunos a los hotros».

    En San Valentín, en la China Imperial se daban regalos inútiles y de poca calidad con la etiqueta «made in not-china».

    En el Lejano Oeste se celebraba a San Valentón.

    Entre los hindús es costumbre de San Valentín regalar vacas cubiertas de chocolate. Lo correcto en esos casos es lamer el chocolate y mugir.

    La orden de los monjes valentinos usa, en vez de hábito, botargas de corazonzotes.

    Un documento de la era de la guerra fría asegura que «Sanvalentín» es un virus creado en laboratorios ocultos durante la 2a Guerra Mundial.

    Antropólogos aseguran: los globos con forma de corazón fueron descubiertos después que el fuego pero antes que el sexo-a-cambio-de-globos.

     

    Otros horrores

    Ok, no tengo #telekinesis ni #telepatía ni #teleodoriesis. Me siento tan ordinaria. #Teleordinaria, pues.

    Injertarme una hiedra en la muñeca. Que se alimente de mi sangre y crezca enredándose en mis venas. Hemaponia.

    Cistipuercos en el chiquero de mi mente cochambrosa.

    La Llorona sufre porque nadie cubre sus altas espectrativas.

    Triste fin el de Drácula: una enfermedad venérea, mal atendida.

    Pasé frente al hospital donde murió mi mamá. Como siempre, me dieron ganas de llorar y de comer pastel de 3 leches.

    En mi planeta de origen, la mayor felicidad es tener mil pares de botas, uno para cada par de pies.

    Tan pronto sea legal la manipulación cyborg al gusto del cliente, pediré un switch de apagado cerebral para estas noches de insomnio.

    Quiero un alien zombi. De preferencia vampiro.

    ¿Y si parte de mi mutación consistiera en estornudar antimateria? ¿eh? ¿eh?

    Bauticé a mi dolor de cabeza. Se llama Godzillín. Así, cuando tome el analgésico, será la premier de «Godzillín vs Motrín». Aw, ¡ternurita!

    No me quería suicidar. Me abrí las venas con la navajita gillette para que se salieran por ahí las arañas que corrían bajo la piel.

    Debería tener el cabello largo larguísimo para poder estrangularme con él en caso de emergencia.

    Del chat como ouija: cuando hablas con alguien que, en realidad, hace mucho que está muerto.

    Que sea yo una loca no quiere decir que sea mala gente. Ojo, tampoco significa que sea buena gente. Ni que sea gente.

  • ¡10 años de blog!

    ¡10 años de blog!

    Revisión de planas

    Wow. Resulta que el 29 de septiembre cumple diez años mi blog. Si fuera una niña o un niño, estaría en quinto de primaria, aprendiendo a hacer raíces cuadradas y a conjugar el antecopretérito (no, no tengo idea de qué se ve en el programa de quinto de primaria). A menos de que fuera una niña genia (o un niño genio, pues), en cuyo caso estaría en el MIT o algo así. O no: a lo mejor le tocaba una maestra poco comprensiva, la niña genia (o niño genio) se aburría, se volvía maldosa (o maldoso), lo expulsaban de la escuela y en vez de estar en el MIT estaría viendo la tele día y noche, organizando una mafia de niñas genias y niños genios incomprendidas e incomprendidos, o drogándose…

    Ay, no: qué bueno que esto es un blog y no una niña o un niño, genial o no. (También me da gusto que sea un blog y no un velocirraptor, por ejemplo: escribirle encima sería complicado e incluso peligroso).

    Y bueno: en estos diez años han pasado montones de cosas: cambié varias veces de trabajo, dejé de dar clases y volví a dar clases, me casé, adopté tres gatos más, murió la Cuca (que aparece en uno de los primeros posts del blog), dejé el blog por temporadas, lo retomé, volví a abandonarlo…

    Con todo, creo que una de las cosas más importantes que hice en estos muchos años ocurrió justo en 2011: un día, decidí que no me iba a hacer tonta con respecto a mi relación con las letras. «Bueno, pues lo que yo quiero es escribir», pensé. Y no me refería a escribir oficios y memoranda, sino a escribir en serio, inventar historias, algo así.

    Pero a diferencia de otras veces que había pensado algo parecido, ese día de 2011 me puse un objetivo, metas a corto plazo y meta a largo plazo, como para tener una guía del tipo «voy bien o me regreso».

    «Voy a publicar en revistas al menos cada tres meses», decía mi meta a corto plazo, «y voy a terminar el coso que estoy escribiendo y voy a buscarle editorial para que en 2013 o 2014 vea la luz». «Ah, y voy a dejar de decirle coso: es una novela, qué caray».

    Terminé la novela en agosto de 2011 y acabé de corregirla en diciembre. Luego, en enero o febrero de 2012, la mandé a un concurso, con la intención de «dejarla ir»: separarme de ella, darla por terminada. Mientras, cumplí con lo de los cuentos y me publicaron uno en castálida, otro en Luvina, otro en la Revista Digital de la Universidad.

    Y de repente, en junio pasado (seguimos en 2012), recibí una llamada: ¡la novela ganó el concurso! -aquí debo decir algo importante: no se trata de cualquier concurso: es el Premio Gran Angular de Novela Juvenil, convocado por la editorial SM, una de mis favoritas.

    Claro, la novela no está acá en el blog (a diferencia de algunos de mis cuentos y mis «variainvenciones», que es un modo elegante de llamar a los textos alucinados que parten de un «¿y si…?»); pero estoy segura de que sin este ejercicio nunca me habría atrevido a decir: pues bien, lo que quiero es escribir.

    Hoy es lunes 10 de septiembre. El jueves 13 será la premiación de mi novela. Es un excelente modo de festejar los diez años del blog. Y quería compartirlo con quienes han seguido a ratos mi indisciplinada incursión blogueril (indisciplinada y azarosa, pero larga, eso que ni qué).

    Anuncio: ganadores de los premios Barco de Vapor y Gran Angular de SM

  • ¿Por dónde empezar?

    Hoy, 1o de julio de 2012, día tan importante en México, les comparto un textito talmúdico para que lo reinterpreten a su gusto. Viene de «Retratos y leyendas jasídicos», de Elie Wiessel.

    «Como dice el Talmud de que es suficiente que todos los hombres se arrepientan para que llegue el Mesías, decidí influir en ellos. Estaba seguro de tener éxito. Pero, ¿por dónde empezar? El mubndo es tan vasto. Empezaría por el país que mejor conocía: el mío. Pero era tan enorme, mi país. Bueno comenzaría por la ciudad que estaba más próxima: la mía. Pero es tan grande mi ciudad… apenas la conozco. Bueno, empezaré por una calle. No, por mi casa. No, por mi familia. Bueno, empezaré por mí mismo.» (atribuido a Rabí Shmelke)

  • La nota de hoy del Reforma Online

    Como mucha gente (yo incluida) no tiene suscripción al Reforma, reproduzco aquí su nota de hoy sobre, ejem, sobre mí (y sobre Juan Carlos Quezadas). Aclaro: la Cucarachita se llama Martina y yo tengo aún 35 años. Fuera de eso, todo superb.

    Premian literatura infantil y juvenil

    Jorge Ricardo
    Ciudad de México (26 junio 2012).-«Me siento como la cucarachita Martínez», dijo vía telefónica Raquel Castro Maldonado, ganadora de los 150 mil pesos del premio de literatura Gran Angular. «Me siento así porque pareciera que me he encontrado un peso reluciente y ahora estoy pensando qué hacer con él, lo que sí es seguro es que me da más confianza para seguir escribiendo».

    Raquel Castro tiene 36 años, nació en la Ciudad de México y ganó con la novela Adiós, Atari, una historia, por lo que se pudo saber (las obras serán presentadas el 27 de septiembre en el Auditorio Nacional), que aborda el proceso de maduración de una joven. «El libro -dijo el jurado-, aborda de manera abierta y desprejuiciada una serie de temas que trascienden el contexto en el que se desarrolla: la vocación, la relación padres e hijos, el consumo de drogas, la sexualidad, las tribus urbanas, la amistad, por mencionar algunas».

    El Premio Juvenil Gran Angular se creó en España en 1978 junto con el de Literatura Infantil El Barco de Vapor. Fue creado por la editorial SM, la editorial que actualmente lo entrega también en México en colaboración con la Dirección General de Publicaciones del Conaculta. El anuncio que se realizó esta mañana en la Fonoteca Nacional fue muy agradecido por Raquel Castro. «Esto me da más seguridad en mi trabajo, porque yo escribía dos cuartillas y me ponía a llorar o no a llorar pero sí pensaba si era bueno o si mejor debería tirarlo a la basura», dijo.

    El fallo del Premio de Literatura Infantil El Barco de Vapor también fue anunciado hoy. El ganador fue para Juan Carlos Quezadas, quien nació en la Ciudad de México hace 42 años. Su novela se titula Desde los ojos de un fantasma.

    En la conferencia de hoy también se leyó un fragmento. La obra se ubica en un momento de gran contaminación ambiental por el plástico, de la que la ciudad de Lisboa es la única que se salva.

    «(Es) una novela contemporánea, original, polifónica, con buen manejo del humor, la ironía y la sátira», determinó el jurado compuesto por Javier Malpica, Rebeca Cerda, Ana Sofía Ramírez, Bárbara Bonardi y Laura Guerrero. El jurado del Gran Angular se compuso por Javier Munguía, Verónica Murguía, Luis Bernardo Pérez, Federico Ponce de León y Julio Trujillo.

    Juan Carlos Quezadas dijo que los premios literarios son como accidentes que a veces ocurren. A él ya le ocurrieron dos. En 2008 ganó el mismo premio, y ahora otra obra suya también recibió una mención honorífica en el Gran Angular. «¿Qué haré con el dinero? Los premios son como cochinitos que tienen los escritores, hay que administrarlo bien y hay que estirarlo lo más que se pueda por como están las cosas».

    Los dos ganadores fueron enlazados a través del teléfono. Además de ellos, los organizadores reconocieron con menciones honoríficas a Emilio Ángel Lome Serrano, por Siete lagartos sospechosos tosiendo debajo de un paraguas, en la categoría Barco de Vapor, y Alfredo Ruíz Islas, por El oro de Isarar; a Óscar Martínez Vélez, por Pizzería paranormal, y a Juan Carlos Quezadas con Cartografía para lugares imposibles, estos en la categoría Gran Angular.

    A la conferencia de prensa del anuncio acudieron los miembros de los jurados, Luis Bernardo Pérez y Rebeca Cerda, así como directivos de la Editorial SM, Laura Lecuona, Elisa Bonilla y Claudia Reyes, en representación del Conaculta asistió Claudia Reyes, la directora de Promoción Editorial y Fomento a la Lectura.

    Los cheques y los libros de los premios en su edición número 17 serán entregados el 27 de septiembre en el Lunario del Auditorio Nacional.

  • Adiós, Cuca

    Adiós, Cuca

    Se llamaba Cucurumbé y era, por supuesto, negrita. Su madre, Miau II, era negra también y había llegado a mi vida cuando era apenas un bebé: la compré en un tianguis, en un impulso, nomás de la tristeza que me daba verla en una jaula, tratando de escalar. No hacía tanto de la desaparición definitiva de Miau I, que era blanca y tenía un ojo azul y el otro verde, y cuya historia contaré en otra ocasión.

    Así que Miau II se incorporó entusiasta a nuestra vida familiar, que era un poco un desmadre, lo que sea de cada quien. No se me ocurrió que habría que operarla, y tuvo una camada variopinta. Nos quedamos a la que parecía su clon, a los otros los regalamos. La clon, negrísima y con actitud rebelde desde chiquitita, se llamó Cuca, porque Miau III era un exceso.

    Luego Miau II tuvo otra camada, la última. Una camada con mala suerte: un gatito se murió, otro se escapó. Al tercero lo regalamos bien, el cuarto se quedó con nosotros. Mi hermano lo bautizó Beakman.

    Miau II desapareció de repente, cuando aún estaba criando a Beakman y sus hermanos. Sospechamos que la envenenaron o la robaron, porque un día nomás no regresó. Entonces Cucurumbé tomó su lugar y se dedicó a cuidar de sus medios hermanos. A regañadientes, creo, porque les pegaba de vez en cuando si se ponían muy cariñosos, pero igual los bañaba y dormía con ellos y les compartía la comida.

    Total, que se quedaron Cucurumbé y Beakman. Y el nombre de ella se acortó, porque así pasa con la cercanía, el tiempo y el cariño, que hacen que se acorten o se alarguen los nombres con diminutivos ridículos de tan amorosos: Cucurucha. Cucaracha. Cucurumbuca. Al final gana la practicidad casi siempre: Cúcaramácaratíterefue tomó el nombre artístico de Cuca.

    La Cuca fue musa de este blog desde el principio. Aparece por primera vez aquí. Como todos los gatos, tenía sus hábitos que la hacían única e irrepetible: le gustaba jugar con una corcholata en particular, que guardaba detrás del refri cuando terminaba de usarla; era una cazadora excelente y traía ratones de las casas vecinas para soltarlos en mi cuarto y hacer su safari mientras yo, aterrada, escuchaba todo desde mi cama; exigía que se le rascara la panza en el punto exacto del patio que se le antojaba; cuidaba a Beakman y decidía con cuáles de los gatos vecinos compartir la comida y el espacio. Dormía en mi cama y un par de veces me puso el susto de la vida al levantarse a bufarle a algo que ella veía pero yo no.

    Su mayor excentricidad: le dábamos golpecitos en la grupa y, al dejar de hacerlo, ella salía disparada a buscar el zapato más cercano y esconder en él la cabeza.

    Cuando me fui de casa de mi papá, Cuca y Beakman se quedaron. Acostumbrados a su jardín, su patio y sus humanos, hubiera sido absurdo llevármelos. Además no sólo eran mis gatos: eran, son, de mi papá y de mi hermano; también adoptaron a Mary, la esposa de mi papá, y se lo demostró la Cuca dejándole cadáveres de pajaritos y ratones en la almohada o junto a sus zapatos. Dejar atrás a mis gatos no fue fácil, pero a veces uno tiene que aprender a desprenderse. Y cada visita a casa de mi papá era también visita a los mininos.

    El viernes, la Cuca no quiso comer. El sábado la llevaron al veterinario y el diagnóstico no fue grato: insuficiencia renal y cardiaca, anemia, quizá una hemorragia interna. La doctora dijo que la mejor alternativa era dormirla. Mi papá me llamó anoche, domingo, para que tomáramos juntos la decisión. La Cuca nació en 1997 o 1998: incluso si nos poníamos necios, era de lo más improbable que saliera de ésta. Estuvimos de acuerdo en que no tenía caso someterla a sufrimientos innecesarios.

    ¿Dije ya que a veces cuesta mucho desprenderse? Dejar ir a alguien a quien amas, sea o no humano, debe ser una de las cosas más cabronas de la vida. Pero si ese alguien sólo te dio siempre lo mejor que estuvo en sus manos (o sus garras), se lo debes: pensar un ratito en su bienestar y no en el propio. Así que anoche la Cuca se durmió, no a los pies de mi cama, sino en el consultorio de la veterinaria, para ya no despertar más. Voy a extrañar a la gatita dark.