Menudo susto

Ayer comimos en casa de Mergruen, gran cocinera. Espero que Sandrágoras suba las fotos pronto. El periférico es una porquería, lo están reparando en todos lados, y tardamos un ratote en llegar, pero al fin, casi a las doce, Alberto y yo llegamos a la agreste Iztapalandia. Pobre Alberto. Está con el cierre del segundo número de la revista, y se le ve cansadísimo.

Y yo pregunto: ¿por qué los cierres de número implican desvelones fenomenales? Nadie me ha podido explicar cuáles son las bondades de trabajar de la una pe eme a las 4 a eme del día siguiente, para irse a dormir y volver al mismo horario; en vez de trabajar, digamos, de 7 a eme a 10 pe eme y dormir como Dios manda. ¿Glamour? ¿Vampirez? ¿Mala costumbre? En todo caso, cada vez que me he visto involucrada en una revista, pasa lo mismo. Los días (las noches) de cierre son mortales, y una se queda sin novio por temporadas largas.

Agh. Me quedé mirando la página de Alex Melchor, quien fuera mi coordinador en los tiempos de Editorial Alce (que según veo, ya no existe), y ya es tiempo de desayunar. Así que este mensaje queda mocho. Ni mocho. De todos modos, nadie deja saludos en sábado. O casi nadie, pues.

PD. El susto tiene que ver con mi gato. Mañana les cuento.


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