Introducción

La creencia popular indica que todos los sapos brincan a grandes saltos y lo disfrutan mucho. También hay ideas de que los sapos sirven para curar las verrugas, y que su carne hervida es buena para prevenir la calvicie. Casi todo, son mentiras.

También se dice que los sapos llevan en la cabeza un diamante… y eso es cierto.

Bueno, no todos los sapos tienen un diamante en vez de cerebro, pero el de nuestra historia sí lo tenía, y eso lo hacía un sapo muy infeliz.

Porque en vez de ir por los charcos del mundo saltando y croando, se tenía que arrastrar lastimosamente sobre su panza, pues el diamante pesaba y mucho.

Y además, lo hacía bastante lento de aprendizaje (es lo que llamaríamos un ‘cabeza dura’).

Para colmo, el sapito tenía que esconderse de continuo, para evitar que algún crédulo le rompiera la cabeza buscando el valioso contenido.

En suma, el sapo era un sapo terriblemente desgraciado. Y de brincador tenía sólo el nombre: por alguna ironía trágica, el animalillo era conocido en el bajo mundo del pantano como El Sapito Brincador.

(seguirá)


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