Como una muestra de respeto al público, este mensaje no contiene risas grabadas
Exigentina respiró hondo, como para controlar su miedo, y tocó a la puerta de la casa. Al poco rato le abrió la puerta una mujer vieja, tan arrugada que tenía arrugas en las arrugas, con el pelo blanco trenzado al modo de las campesinas. Todo en ella parecía momificado, excepto sus ojillos negros, relucientes e inquietos. No hizo preguntas, ni contestó ninguna duda: simplemente, le dijo a Exigentina que necesitaba una criada de confianza y que si ella aceptaba quedarse, a cambio de su trabajo le daría comida y casa. No era un trabajo para volverse rica y escalar a la cúspide social, pero era mejor que otra noche al aire libre con el estómago vacío. La niña aceptó y esa misma tarde ya estaba limpiando la casa y haciendo de comer para ella y para la anciana.
Al día siguiente la Vieja (que era, por supuesto, la Bruja) le encomendó una tarea especial: deshierbar el campo cercano. Era demasiado trabajo y una cosa muy absurda -¿para qué deshierbar un terreno silvestre?; pero Exigentina obedeció. Era un trabajo lento, no muy cansado; pero sí aburrido. De pronto, un largo tallo de zacate salió con algo amarrado a su raíz: ¡era una llave!
La niña recordó la plática que escuchó un par de noches antes y supuso que esa era la llave que el sapo necesitaba. Por un momento pensó en entregársela a su patrona, pero cambió de opinión y se la guardó en la bolsa del delantal.
Volvió a la casa ya de noche. La Bruja la esperaba en la puerta, ansiosa (ansiosa la bruja, no la puerta).
–¿Encontraste algo al deshierbar el jardín?
–Nop
–¿Estás segura?
–Sip
–¡Entonces, mañana volverás a deshierbar! –concluyó la Bruja, de muy mal humor, cosa que a Exigentina tuvo sin cuidado (¿dije ya que, además de exigente, era muy poco empática?)
Al día siguiente, en vez de deshierbar la pradera, Exigentina se puso a buscar el tronco seco que se abriera con la llave. Era casi de noche cuando lo encontró: más que tronco, era apenas un tocón con una extraña cerradura. La llave entró y giró limpiamente. Abrió una puerta que antes no se veía y del tronco salió arrastrándose un ser espantoso: era pequeño, viscoso y sin patas.
Por órdenes de Laura Zapata, hasta aquí por hoy, pero continúa mañana sin falta
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