Ánimo: a la baja

Desperté triste, y no sé por qué. Será el sueño desagradable que tuve, será el cansancio, será el trabajo… será el virus de la tristeza de las naranjas que me inocularon ayer en un laboratorio médico. De haber sabido que tendría repercusiones, no me habría presentado como conejillo de Indias, pero es que 20 dólares son muy buenos.

Y nada, que ahora estoy triste (y lo peor, mi cabelló viró a color naranja) y medio depre (y lo más peor, mi nariz se convirtió en una naranja).

Claro, si me preguntan, diré que lo hago en nombre de la ciencia (y no que lo hago para comprarme una barbie nueva).


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