Remedio mágico contra la autocompasión

Sí, la verdad es que todavía hoy en la mañana seguía bastante chípil y no me atraía mucho que digamos la idea de sentirme mejor. Pero hay cosas que obligan, caray. Por ejemplo, cuando todo te sale bien, y cada cosa buena te tapa la boca y te impide seguir de quejinche.

O, por ejemplo… lo de hoy.

Llegué al canal en plan ‘qué hueva la rutina’ porque me tocó sustituir a otra guionista. Me dieron el guión y ni lo miré (‘total, no será más difícil que los otros’). Y de pronto, llega uno de los invitados del día. Carajo. Un hombre como cualquier otro por estos lares (moreno, vestido con limpieza, sin lujo, pues). Lo que lo hacía diferente a los demás hombres que andaban por ahí, era que cargaba a una nena de unos dos años. Peloncilla. Ojos grandes y ojerosos. Carita de tristeza.

Corrí a ver mi guión. ¡Puta madre! ‘Cáncer en niños’. Y ahí tienen el foro lleno de chavitines que tienen algún cáncer o que van saliendo de la enfermedad. Y yo con mi autocompasión de vidrio… no, pues nos escondimos en el baño. Pero había que trabajar, así que la dejé ahí y salí de nuevo y estuve en la cabina.

Qué valor el de una chavita de diez años, venida de no sé dónde lejos del DF, que cuenta cómo le partió la madre la quimio (así, con esa palabra lo dice), pero qué contenta está ahora de volver a la escuela y a jugar…

Qué huevos de algunos padres y madres que cambian todo lo que les era conocido por un sillón de hospital…

Y claro, me acordé de Cliff. La chavitina de 2 años tiene lo mismo que él. La diferencia, cruel, es que ella está lista para el transplante de médula y ya tiene un donador! Lo que no tiene es la lana que hace falta para la cirugía (MILLÓN Y MEDIO DE PESOS!!!). Y los papás la cargan como si fuera una flor lánguida, una figurita de cristal soplado, una burbuja de jabón. Pobres. La niña no aguanta otra recaída. Me imagino que ver cómo se marchita poco a poco un hijo debe ser una verdadera chingadera.

Ufff.

Pero también había gente que salió del cáncer. Como la niña de 10 años, como un par de casi-adultos, que se acuerdan de la leucemia y los tumores pero que eligen dejarlos atrás.

Y hay gente que merece aún más mi admiración: los risoterapeutas que estuvieron en el programa. Se disfrazan de médicos-payasos y van a los hospitales y hacen reír a los niños y niñas enfermos. Lo más conmovedor es ver la cara de papás y mamás al ver reír a su hijo o hija después de sabe Dios cuántos días o meses de estrés y depre…

Bueno. Decidí que donaré aunque sea poquito dinero para la operación de Denisse (la nena de dos años). Y que en cuanto pueda tomaré el curso de risoterapia.

Dos momentos clave:

Cuando una persona se comunicó para agradecer al doctor Romanok, uno de los payasoterapeutas, porque estuvo presente en las últimas horas de vida de un niño, y murió sin miedo, con una sonrisa.

Dos, cuando uno de los payasillos dijo «No nos podemos sentir completos como personas mientras no ayudemos a alguien más».

Si alguien más quiere apoyar para este transplante, con lo que sea, la cuenta es: 4001987459, en Santander Serfín, sucursal Plaza Atizapán (a nombre de Denisse Tlatoa Arroyo).

Si alguien quiere saber qué pedo con la risoterapia, visite este link.

En todo caso, de momento me sigo sintiendo triste, y no es para menos, creo. Pero no puedo volver al mood de la autocompasión…

Saludos a todos


Publicado

en

por

Etiquetas:

Comentarios

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.