Mejor ya

Y bueno… supongo que ayer se me hicieron ojos de pelota de pingpong de tanto chilletear, pero, en cierta forma, es como cuando llueve: cuando termina el aguacero, se siente el ambiente más limpio… bueno, depende de dónde llueva: si es el periférico entre el Bordo y la Avenida Central, probablemente no pase así, je.

Pero el caso es que me siento mejor.

Cliff era una contradicción con patas: darketísimo, pero siempre con un ánimo y una alegría que lo hacían parecer del club de los optimistas. Trabajaba en una oficina para mantener sus instrumentillos y hacer música electrónica. Leía ciencia ficción y revistas musicales. En enero decidió tomar clases de guitarra eléctrica, ya que le parecía ilógico tomcar música desde chavo y no tener esa base.

Yo lo conocí, hará unos cuatro años, cuando por azarse del destino me encontré en una lista de mensajes de goths sudafricanos. Yo buscaba la pista de Matt, otro amigo, que había desaparecido súbitamente de mi vida. Mandé un mensaje preguntando si alguien lo conocía y el único que respondió, siempre amable, fue Clifford E. Sheep. Nos seguimos escribiendo, independientemente de lo que hubiera pasado con el otro amiguillo.

Me contó que se sentía orgulloso de llamarse igual que Cimak y me recomendó el libro de Ciudad. Platicamos de Vurt y de Ubik, y por supuesto, de fiestas y antros. Por temporadas nos dejábamos de escribir, supongo que todos los humanos tenemos algo de desidia en las venas (y yo más que los demás, lo confieso); pero siempre volvíamos a establecer el contacto. Me mandaba las propas de sus fiestas y yo, al menos un par de veces, medité seriamente en la posibilidad de darme una descolgadita a Johanesburgo, nomás para participar en el picnic bimestral que Cliff organizaba junto con otros dj’s y parroquianos de su antro.

De pronto, súbitamente, llegó la leucemia. Cliff la recibió como un reto y en sus mails se mostró siempre seguro de sí mismo. Pero la leucemia no era de las fáciles, y lo mandó dos veces a terapia intensiva. Dos veces que lo dieron por perdido y Cliff se recuperó y volvió a escribir pidiendo que le mandáramos mensajes al teléfono y revistas de importación, porque los hospitales son aburridos.

La tercera fue la vencida. Quizá, si no hubiera aparecido la neumonía (las defensas le habían bajado como efecto secundario de la quimio), Cliff habría terminado por ganarle a su enfermedad. Pero no somos nosotros quienes deciden las cosas, y luego de dos días de inconciencia, de estar enredado con un montón de aparatos, se acabó todo.

Me escribió su papá. Dice que Cliff no sufrió, por lo menos no en esos últimos momentos. Y que él, su padre, está orgulloso de su hijo. No es para menos. También me han escrito algunos de sus amigos. Están organizando un gran reven en el que tocarán su música. Están seguros de que va a ser divertido, porque eso es lo que Cliff hubiera querido. También dicen que su papá está tomándolo todo con calma, que se nota de quién heredó Cliff esa presencia de ánimo.

También rencontré un mail de Cliff, de antes de la enfermedad. Me dio mucho en qué pensar. Supongo que tengo mucha suerte de haber podido conocer a alguien tan maravilloso, ¡y tan lejos! Y eso no me lo puede quitar nadie. Ni la leucemia ni su muerte, ni nada. Así que va sindo tiempo de tomar la posta: la mejor forma de honrar la memoria de un amigo así es compartiendo su forma intensa de vivir la vida.

Gracias a todos por el ánimo. Estaré bien, estaremos bien.


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