La barba rebelde

(primera parte)

De toda la familia, el que mejor le cae a Rodrigo es su tío Melquia. No sólo porque tiene un nombre rarísimo (en realidad, se llama Melquíades y le dicen así de cariño, pero sigue siendo un nombre raro, ¿no?). También porque tiene una barba larga, larguísima, que le llega a la cintura. Y la barba del tío Melquia no es nada más larga: también es rebelde y le gusta tomar iniciativas:

—Un día que estábamos en París…—comienza a contar el tío Melquia.

—¿Quiénes? —pregunta Rodrigo, curioso.

—Mi barba y yo, claro—dice el tío, y sigue la historia, sin enojarse por las preguntas del sobrino—. Un día que estábamos en París…

—¿Dónde es París?

Y el tío le cuenta de la ciudad tan bonita, llena de gente patinando, con una gran torre y un río en medio (de la ciudad, no de la torre: Rodrigo tuvo buen cuidado de preguntar el punto).

—Pues estábamos en París y mi barba decidió enamorarse —sigue el tío Melkia. Rodrigo lo quiere mucho porque, además del nombre raro y la barba rebelde, tiene mucha paciencia y sabe que si Rodrigo pregunta no es porque le aburra la historia sino al contrario: quiere saber todos los detalles.

“Mi barba es aventurera y yo también, así que por lo general nos llevamos de maravilla. Pero un día, en París —que es la ciudad del amor, según dicen— ella decidió enamorarse. Y como era su primer enamoramiento, no escogió a cualquiera, no: se enamoró de la bufanda de una señorita muy guapa que iba pasando a nuestro lado.

Cuando crucé la calle (y la señorita se quedó mirando la vitrina de una tienda) mi barba se quedó pegada a su bufanda, pero yo no me di cuenta».

VA LA ENCUESTSA: ¿Vale la pena seguirle? ¿O mejor lo tiramos a la basura?


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