Un día como cualquier otro

Un día es tan bueno como cualquier otro para escribir en un diario abandonado.

De pronto, te encuentras la libreta debajo de la cama, llena de polvo, con notas que de tan viejas ni parecen tuyas.

O te da por desahogar la frustración cotidiana en la agenda, o en el reverso de unas fotocopias, o en la pared (con las uñas, para que se note la frustración, claro).

O bien, te encuentras tu casi desierto blog.

Y si el día es como hoy, que empieza mal, sigue mal y nada parece indicar que no vaya a terminar mal, todo está puesto para que empiece el drama, la cascada de bytes, de quejas, de imprecaciones.

No es exactamente que mi día haya estado mal. Amanecí demasiado chípil por un desvelón y situaciones que no vienen al caso en estos momentos; me enfrenté a un tráfico espantoso y a la realidad de un mundo que ansía guerra.

Vamos por partes: en estos momentos, me siento triste, sola y asustada. Va a haber guerra, eso es seguro. Y lo que me espanta no es eso, sino la indiferencia de la gente. Me tocó escuchar a una que dijo que los iraquíes están tan lejos que mejor debemos preocuparnos por los tratos que pueda hacer Fox por nuestros paisanos nortinmigrantes. Y no está sola, creo.

Pero no es sólo eso, es más profundo, es… no sé qué es.


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